Chicago, Illinois. – La incertidumbre sobre el futuro induce temor. Cualquier amenaza a nuestro estilo de vida encontrará la inercia de mantener las cosas como están, bajo un ambiente familiar y cómodo. De la destrucción de las máquinas que desplazaron a trabajadores en Inglaterra y Francia en el siglo XVIII, a la tontería de construir una refinería en Tabasco, ambos eventos son manifestaciones del miedo.

En días pasados la empresa General Motors anunció su nueva plataforma para construir vehículos eléctricos. Lo destacado fue que fabricarán baterías más baratas y con mayor densidad, hecho que incrementará su adopción pues estos vehículos serán más accesibles al consumidor. La estrategia de GM sigue el patrón delineado por casi todas las automotrices que incluye dos pilares: 1. Los vehículos serán eléctricos. 2. La transportación será autónoma.

La premisa de un futuro más verde sin emisiones, donde las fatalidades en las carreteras sean cosa del pasado, es un sueño que luce alcanzable. Pero para llegar a esa meta habrá grandes alteraciones a la vida que conocemos. Millones de personas que conducen perderán sus empleos, los fabricantes reducirán su mano de obra pues es más sencillo construir carros eléctricos que de combustión, y el casi inexistente mantenimiento en la opción eléctrica causará el cierre masivo de talleres mecánicos.

A pesar de los retos, es imprescindible establecer las condiciones en que las armadoras dejen de fabricar carcachas inseguras para dar paso a los vehículos del futuro y así proteger el empleo y la actividad económica. Esta evolución vendrá acompañada de la necesidad de construir la infraestructura para que el paradigma funcione. Contar con estaciones de recarga para autos es indispensable. Antes, la red eléctrica debe estar interconectada para que el nuevo combustible llegue a todas partes, al tiempo que se incentive la generación renovable de electricidad que se venda y distribuya a un costo razonable.

Esta transformación cambiará el rostro de la economía y los mercados laborales. Quienes entiendan lo que viene, se preparen y actúen para adoptar el futuro, sobrevivirán. Pero quienes arrastren los pies, se quedarán con polvo en los zapatos.

Sobre el otro punto de la agenda, para que funcionen los vehículos autónomos es necesario transformar la infraestructura pública y privada. También, se tiene que legislar para regular esta nueva industria y se garantice la seguridad del público. Actualmente, Estados Unidos aún no establece normas federales, pero algunos estados vanguardistas ya desarrollan reglas que rediseñarán las calles e incluyan sensores y semáforos inteligentes que comuniquen a los vehículos autónomos con la infraestructura pública.

Este futuro verde y tecnológico demanda una interconexión sin dilaciones. La nueva red de transmisión de datos 5G es la respuesta. Se estima que esta tecnología será clave para que una riqueza estimada en 12.3 billones de dólares fluya en el mundo en el 2035. México y EU no están a la vanguardia de estas transformaciones. Es indispensable que nuestros líderes no pierdan el tiempo en estupideces como rifar un avión, o culpar de las desgracias a los inmigrantes, y se pongan a trabajar en agendas que aseguren el porvenir de nuestra gente.

El futuro está cargado de oportunidades si aprovechamos los cambios, pero será un fracaso si sucumbimos a la demagogia del miedo y la nostalgia del pasado. Si juntamos a una multitud y la hacemos correr en sentido contrario a la rotación de la tierra no evitaremos el avance del tiempo. Mexicanos y estadounidenses podemos generar prosperidad si tomamos las decisiones correctas, estamos a tiempo, está a nuestro alcance.



Periodista.
@ARLOpinion

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