París, Francia. – La conversación enfocada en reducir emisiones contaminantes pasa por la adopción de la transportación electrificada. Autos y camiones eléctricos vienen a la mente, marcas como Tesla surgen en el pensamiento como el líder de esta boyante industria. Sin embargo, propongo enfocarse en una opción más económica, responsable con el medio ambiente, cuya implementación es viable desde el punto de vista regulatorio y para disponer de la infraestructura necesaria. Se trata de la micro-transportación.

Hace algunos años, aquí escribí lo excitante que resulta pensar en adoptar la electrificación en autos, y sin duda continúa siendo una idea interesante. Lamentablemente, los elementos necesarios para manufacturar las gigantescas baterías para estos vehículos, así como las prácticas laborales cuestionables en países donde se extraen los materiales necesarios llaman a contar con otras opciones.

La micro-movilidad es el uso de vehículos pequeños y ligeros para transportarse distancias cortas o moderadas, frecuentemente para uso personal, como bicicletas y scooters. El siglo pasado este era el tipo de vehículos que se usaban en la China comunista de los 60-70s, antes de la industrialización y entrada al comercio mundial de esta nación.

No obstante, hoy la micro-transportación aprovecha las ventajas de la electrificación para ofrecer vehículos de alta tecnología que incluyen navegación crucero, sistema de luces para ser visibles, rangos que van de los 16 a los 100 kilómetros por carga, y velocidades que van de los 25 km por hora en vehículos tipo A y B, hasta más de 45 km en los tipos C y D.

Este tipo de movilidad implica que el costo, el combustible y adquirir un seguro resulte más económico que las opciones con cuatro ruedas. Por ello, no es un accidente que en la Ciudad de México haya una adopción generalizada, pero desordenada, de las motocicletas.

Considero deseable que las políticas públicas impulsen la adopción de vehículos cero emisiones con baterías, en lugar de dejar al garete el desorden urbano con opciones contaminantes. Pero para que estas políticas funcionen es necesario la reutilización de espacios públicos destinados a la micro-movilidad. Es decir, diseñar redes urbanas de distribución vial como carriles exclusivos y protegidos para estos vehículos ligeros.

No es suficiente desplegar la estrategia solo en áreas para “gente bonita,” sino contar con ramales urbanos que conecten zonas altamente pobladas con las áreas donde las personas se trasladan a la escuela o al trabajo.

He tenido la fortuna de visitar Ámsterdam, Holanda; y Zúrich, Suiza, y los tentáculos viales exclusivos a la micro-transportación son tan extensos o superiores a los destinados a los autos. En estas ciudades, los carros han perdido espacios de estacionamiento y tránsito para devolverlos a los peatones, áreas verdes y a la micro-movilidad.

Estos vehículos requieren una pequeña fracción del espacio público —hoy abusado por los autos, son relativamente baratos de adquirir, mantener y recargar, y la reutilización de la infraestructura pública para su adopción es de bajo costo.

La adopción de la micro-movilidad requiere establecer reglas claras y su cumplimiento. Los gobiernos pueden ver experiencias comparadas en Europa y las costas Oeste y Este de Estados Unidos para aprovechar lo que ha funcionado y desechar lo que ha fallado. Pero la premisa es, si realmente deseamos reducir las emisiones de carbono y ofrecer equidad en la movilidad a comunidades de ingresos bajos a medios, no resolveremos el dilema echándole porras a la gente para que se compren un Tesla de más de $60,000 dólares.

La micro-transportación es una gran opción que democratiza la movilidad electrificada que, de implementarse correctamente, transformará para bien los centros urbanos del mundo.


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