Chicago, Illinois.— La invasión de Rusia a Ucrania inicia una era de incertidumbre que termina con la paz en Europa. El conflicto llega también en un pésimo momento para el presidente Joe Biden, cuyos niveles de popularidad son bajos, y la mayoría de la población reprueba el desempeño de su administración en temas importantes como la economía y el manejo de la pandemia.

Según una encuesta de Gallup, 55% de la población también desaprueba su manejo de la crisis Rusia-Ucrania, una medición tomada antes de la invasión militar. Por meses, se habló de la posibilidad de la guerra entre los exmiembros de la Unión Soviética. El presidente de Estados Unidos sabía que tenía las manos atadas para evitar la confrontación y privilegió la diplomacia.

El jueves pasado, Biden ofreció una conferencia de prensa donde le preguntaron: ¿Subestimó la posibilidad de que Rusia invadiera? ¿Fracasaron las sanciones al régimen de Vladimir Putin? ¿Por qué las sanciones no incluyen expulsar a Rusia del sistema SWIFT, que permite el sistema de transferencias interbancarias en el mundo (medida que dificultaría las importaciones, exportaciones y transferencias de capital desde y hacia Rusia)? Con el fracaso de las negociaciones, es justo cuestionar el juicio de la administración.

Desde mi perspectiva, Biden no tiene margen de maniobra en esta crisis. Estados Unidos no se involucrará militarmente para combatir a los rusos por lo impopular que es recibir cadáveres de soldados americanos en una guerra ajena, pero principalmente para evitar escalar un conflicto regional en una conflagración mundial entre potencias nucleares.

La diplomacia es mal vista cuando en lugar de lograr acuerdos, el mundo ve imágenes de muerte y destrucción. No obstante, si el presidente desea sobrevivir la crisis y liderar al mundo en la dirección correcta debe consolidar una alianza sólida con sus socios europeos y el resto de los países libres. Las sanciones impuestas a Rusia afectan su habilidad de conducir transacciones financieras internacionales, limitan sus ingresos por la venta de gas natural y otras materias primas, ambos elementos que golpearán la economía rusa.

Las críticas y la incomprensión hacia Biden perdurarán hasta que el mundo vea resultados concretos sobre cómo las sanciones y el aislamiento de Rusia muestran efectividad. Si el pueblo ruso padece una crisis económica derivada de los deseos imperialistas de su gobernante, la oposición interna crecerá y Occidente habrá probado que unido puede contener a un tirano inestable.

Si, por el contrario, las sanciones no detienen a Rusia de imponer un gobierno títere en Kiev o, peor, Rusia sigue con una agenda expansionista sobre otras exrepúblicas soviéticas, entonces la administración Biden y el mundo entero estarán en riesgo.

Joe Biden está en un momento decisivo. El presidente debe lograr que los europeos compartan el costo de asfixiar económicamente a Rusia, aunque esto signifique disrupciones incómodas, digamos, en el abasto y costo de energéticos que le compran a Putin. Europa no se está jugando ahorrar unos centavos al decidir cómo trata a Rusia, más bien están definiendo la paz y la estabilidad continental y quizá mundial.

Por lo pronto, es previsible que el costo de la gasolina y el gas natural se encarezcan en el mundo como consecuencia de la veda a las ventas rusas, agregando dolor a los altísimos precios que pagan los estadounidenses por la inflación que padecemos. Es decir, en lo inmediato, Biden no tiene municiones para ganar la batalla en la opinión pública. No obstante, si logra ejecutar un estricto plan con los aliados, quizá la redención de su presidencia llegue en el mediano plazo.

@ARLOpinion

Google News

TEMAS RELACIONADOS