No son necesarias las marcas en el cuerpo para hablar de violencia de género. Más allá del daño físico, existen otras formas de violencia que perjudican a las mujeres y promueven actos de discriminación.
El lenguaje es una capacidad para expresarse y comunicarse mediante el uso de un código. Supone un contexto y una circunstancia histórica. Al estar construido por juicios, valores y maneras de entender la realidad, también refleja desigualdades y expone las brechas de género.
Aunque la evidencia no es palpable ni visible en una primera instancia, los efectos negativos de estas actitudes permanecen latentes en el largo plazo.
Las marcas que deja la utilización de un lenguaje sexista se perpetúan de una generación a otra e intensifican los estereotipos arcaicos de género. Sin embargo, el lenguaje es dinámico y está en constante transformación.
Puede ser una herramienta para impulsar la igualdad de género en lugar de reforzar las injusticias.
Ejemplos de lenguaje sexista abundan: en los medios, las situaciones cotidianas, la comunicación de las empresas, la impartición de justicia, el sistema de educación e incluso en los chistes y la manera en la que se cuenta la historia.
Es inconcebible el machismo en los titulares de los principales periódicos. Aún recuerdo la aberración de los periodistas durante las pasadas olimpiadas; alabando el esfuerzo de los hombres y resaltando la belleza y las piernas bien torneadas de las deportistas.
Si una mujer es violada y brutalmente asesinada, no faltará quien diga que “ella se lo buscó” o pregunte “¿qué estaba haciendo sola a esas horas de la noche?”.
Llevemos a cabo una comunicación no sexista y utilicemos un lenguaje incluyente y respetuoso. Más allá de no englobar lo femenino en lo masculino utilizando “@” o la letra “e”, es importante dejar atrás las etiquetas, los prejuicios culturales y los estereotipos de género que encasillan a los hombres y a las mujeres en roles que no necesariamente tienen o quieren cumplir.
Adjudicar características, tener expectativas y suponer anticipadamente comportamientos con base en el género es una manera de imponer límites innecesarios, emitir juicios desinformados y quitarles la oportunidad a las personas de ser ellos mismos.
Es cierto que un cambio cultural es necesario y que es imposible que suceda de la noche a la mañana. Sin embargo, también es cierto que el cambio empieza en cada uno de nosotros, en la casa, en nuestro lugar de trabajo, en la educación que les estamos dando a nuestros hijos.
Si todos ponemos de nuestra parte, hacemos consciencia de nuestras propias actitudes y no minimizamos la gravedad del problema, podremos avanzar hacia una comunicación no sexista en todos los ámbitos. Las palabras importan, no “se las lleva el viento”.
Empresaria, inversionista de impacto y defensora de los derechos de la mujer.