Año tras año, el Día Internacional de la Mujer nos obliga a reflexionar sobre los avances alcanzados en la búsqueda de la equidad de género y a reforzar el paso para acelerar el cierre de brechas. Este progreso ha permitido que más mujeres tengan acceso a educación de calidad, que aumente la participación femenina en la fuerza laboral del país y mejoras en los servicios de salud. Sin embargo, la crisis ocasionada por la pandemia pone en riesgo estos y otros avances que hemos presenciado en los últimos 30 años. Por ello, es más importante que nunca no bajar la guardia en esta materia.

Sin embargo, hoy aún existen importantes deudas que saldar al referirnos a la equidad de género. Por ejemplo, la urgente necesidad de eliminar la brecha salarial, a fin de que hombres y mujeres perciban la misma remuneración por el trabajo realizado. Esta realidad no es exclusiva de México, ni del continente americano: solamente seis países en el mundo –todos europeos– otorgan legalmente los mismos derechos laborales tanto a hombres como a mujeres. A esto se suman los obstáculos que las mujeres encuentran para acceder a servicios financieros, o la preocupante realidad de la cotidianidad familiar en el seno del hogar, donde en promedio, las mexicanas destinan más de 25 horas a la semana –adicionales a sus jornadas laborales– en actividades del hogar frente a 11 que destinan los hombres.

Aunado a esto, la realidad que hoy vivimos nos exige mayor competitividad para impulsar la recuperación económica del país, y esto sólo se logrará cuando el piso sea parejo para todas las personas; cuando hombres y mujeres gocemos de los mismos beneficios y tengamos las mismas oportunidades de desarrollo personal y profesional. No en balde se estima que, de cerrar la brecha de género en el país, se podría alcanzar un incremento de 70% del PIB de México.

Para ello, debemos avanzar desde elementos fundamentales como es la educación, impulsando a que más niñas y jóvenes decidan estudiar carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), ya que eso les dará acceso a empleos mejor remunerados y de mayor relevancia en la actual economía digital. En promedio, el sueldo de las personas que laboran en el sector tecnológico es tres veces mayor que el de profesionistas de rubros no vinculados con la ciencia y tecnología; es en este contexto que, aumentar la participación de mujeres en el sector, se torna crucial.

El empoderamiento económico de las mujeres tiene también un efecto multiplicador que permea en beneficio en la sociedad. Diversos estudios han demostrado que las mujeres tienden a invertir un mayor porcentaje de sus ingresos –hasta 90%– en familia, alimentos, comunidad y educación, comparado con el 40% que reinvierten los hombres en el desarrollo de su comunidad. Así, el fortalecimiento económico de las mujeres se torna también en un habilitador del tejido social.

En lo que respecta a las empresas, la diversidad de género también aporta valor al entorno laboral y económico de las mismas. Diversos estudios muestran las ventajas cuantitativas de contar con más mujeres en cargos directivos, pues obtienen una rentabilidad 47% mayor. Adicionalmente, contar con diversas perspectivas en el quehacer institucional fomenta la innovación, elemento imprescindible para la competitividad de cualquier empresa. Integrar el punto de vista de mujeres, no sólo es una cuestión de equidad laboral, sino también de competitividad económica; prescindir de él es privar a la organización de la perspectiva de prácticamente la mitad de la población.

Así, el empoderamiento económico de las mujeres tiene el potencial de fomentar y acelerar logros sustanciales en materia económica y social, por lo que debe ser visto como una de las acciones más importantes dentro de nuestros ecosistemas de toma de decisiones. Desde el sector privado debemos abogar por la incorporación de más empresas lideradas por mujeres en las redes de proveeduría, con un renovado sentido de responsabilidad social que fortalezca el emprendimiento y las habilidades digitales de más niñas y jóvenes. Y, sobre todo, generar oportunidades para que nuestras colaboradoras encuentren espacios seguros donde puedan crecer profesionalmente de acuerdo con su concepto personal de éxito.

Conforme el mundo avanza, cada día un poco más, a lo que podría ser el fin del gran confinamiento, gobiernos, sector privado y sociedad civil deben trabajar conjuntamente para posicionar a las mujeres en el centro de las políticas de recuperación económica. Y, lo repito, no se trata de un “deber ser”, sino de una estrategia de integración económica y social que nos permita recuperar el terreno perdido por la pandemia de Covid-19. Hoy, esta triangulación de esfuerzos es más importante que nunca.

Presidenta de SAP México

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