Julio Sedano, el proclamado hijo bastardo de Maximiliano, se convertiría en un actor principal en la vida de Rubén Darío durante su estancia en Francia. A principios del siglo pasado, el poeta, por un lado, había alcanzado un puesto como cónsul de Nicaragua y, por otro, huía de su esposa legal, Rosario Murillo, quien empleó medidas extremas para evitar la disolución del matrimonio. En su calidad de secretario, Julio sería el dique entre Murillo y Darío, al menos por un tiempo.

Darío cubría de su peculio el salario de Sedano y fue tal la confianza que depositó en él que le otorgó acceso total a sus finanzas y documentos íntimos. El novelista colombiano José María Vargas Vila lo describiría como “la sombra del Poeta”. El renombre del diplomático le permitió continuar con sus tramas. Ejemplos de esto fueron sus gastos excesivos mientras su jefe se encontraba de vacaciones en 1903. Sin embargo, su habilidad le permitía dar la impresión de ser un servidor competente: el mismo Vargas Vila lo recuerda de la siguiente manera: “[Sedano] era el Orden, un orden meticuloso y pulcro, de farmacéutico”.

Es en este periodo que su supuesto vínculo con el emperador empezaría a circular como una broma que se llevaría al extremo. En su autobiografía, Darío admite haber empezado con ello: “Tenía como canciller a un rubio y calvo mexicano, limpio de espíritu y de corazón, y a quien convencimos, en horas risueñas, algunos hispano-americanos, de que, dado su tipo completamente igual a los Habsburgos y la fecha de su nacimiento, debía ser hijo del emperador Maximiliano; y el rico tipo, con poco cariño por su papá y poco respeto por su señora mamá, llegó a aceptar, entre veras y bromas, la posibilidad de su austriaco parentesco…”.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

Para 1907, Sedano había desechado cualquier dejo de lealtad y se había aliado al embajador Crisanto Medina, enemigo político de Darío y amigo de su cuñado. Se habla de que empezó a tergiversar información a la cónyuge sobre el paradero del escritor en distintos momentos. Aun así, seguía presentándose como un consejero fiel que recibía amenazas debido a su discreción: “Después de esta famosa amenaza, he recibido otra a la cual he contestado en términos más claros que la anterior y así hemos quedado en paz, no sé lo que me sobrevenga. Es por esto que le anuncié que soy alacrán mexicano, con razón usted le huye no sólo con motivos fundados sino también por el sistema que emplea de predisponer a todo el mundo para lograr con ello a su fin”.

Según Rosa Villacastín, nieta de Francisca Sánchez del Pozo, el verdadero amor de Darío, Sedano sería parte de un siniestro complot con el que Murillo secuestraría al cuarto hijo del vate con su amante. De acuerdo con este recuento, el desleal se arrepentiría de último momento, dejando el plan en ascuas. A pesar de la bajeza de estas traiciones, no fue esto el fin de la carrera del hidalguense.

Tanto Villacastín como Vargas Vila aseguran que, tras un breve retorno a México, Sedano habría de arribar a Barcelona en 1914 junto a su antiguo patrón. Es entonces que el nicaragüense enfermó de gravedad y, acorde a los testimonios, Julio se encargó de sus cuidados y de las gestiones para el viaje final a Centroamérica: “Escribió a nombre de Darío, cartas solicitando los pasajes, para él, un secretario y un criado... para mendigar eso, se evocó su gloria de Poeta... vino a contármelo desolado... en su angustia, le parecía, haber sido fusilado por segunda vez, en el ‘Cerro de las Campanas’”.

No obstante la supuesta cuita, las peripecias de Sedano continuarían hasta extremos insospechados. Por esto años conocería y se volvería íntimo de la mítica Mata Hari.

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