Ireneo Paz se encontraba en la cúspide de su vida profesional: la mayor parte de la prensa nacional lo consideraba el decano del periodismo mexicano. La travesía a París para asistir a la Exposición Universal de 1889 era prueba última, pues no sólo asistía como corresponsal de su propio periódico, “La Patria”, sino que representaba a más de una decena de periódicos y entidades de la república como emisario oficial. Su labor como columnista fue alabada unánimemente, sus notas eran detalladas y contenían, además de una gran cantidad de información, atinados juicios personales acerca de un sinfín de temas. Este carácter de embajador y reportero terminó en varias anécdotas dignas de los libros de historia.
La primera se dio en uno de los innumerables banquetes parisienses: la entrevista con el presidente francés Sadi Carnot. El encuentro tuvo lugar gracias a que el director de la comitiva mexicana y viejo porfirista, Ramón Fernández, presentó a Paz ante el mandatario como representante oficial de todos los órganos informativos y, en particular, del estado de Guerrero. Ireneo aprovechó para obsequiarle un lujoso cuadro con oro y plata de las minas guerrerenses, así como un ejemplar de su libro “Los hombres prominentes de México”, atención que el mandatario agradeció y aprovechó para comentar que planeaba poner el valioso grabado en un museo.
Otra de las anécdotas se dio durante un congreso científico de los muchos que acontecieron en los meses de la Exposición. En palabras del propio Ireneo: “La importancia que tienen estas asambleas de sabios de todo el mundo [es que] salta a la vista el cambio de ideas y el estímulo para hacerlas brillar [estos] son los dos elementos que se dan allí la mano para hacer las discusiones interesantes”. Paz logró, además, entrevistar de forma breve al científico Luis Pasteur, el cual “recibió una gran ovación del Congreso Internacional. El eminente especialista tuvo a bien obsequiar a nuestro especialista un retrato con una dedicatoria que dice: «Homenaje al Consejo de Higiene de México – L. Pasteur»”.
En la capital, los diarios reprodujeron sus cartas como símbolo de estatus, como Filomeno Mata, director del “Diario del Hogar”, que encontró especial interés en el tema castrense: “Nuestros militares […] han podido encontrar ancho campo para recoger datos y hacer observaciones no sólo pasando al lado de los ejércitos alemán y francés, cómo pueden hacerlo fácilmente, sino en la misma exposición en donde hay varias secciones destinadas al ramo de la guerra y particularmente la Explanada de los Inválidos, qué ofrece todo lo necesario para hacer un estudio de varios meses con sólo el examen de los útiles de campaña y de algunos libros de las copiosas bibliotecas destinadas exclusivamente al arte militar”. Paz, como militar que luchó durante la Intervención y la Reforma, quedó sorprendido por un gigantesco cañón con un peso aproximado de 60 mil kilogramos, cuyos proyectiles podían llegar a tener un alcance máximo de 20 kilómetros. Para el reportero, el armatoste era un “monstruo digno rival de la Torre Eiffel”.
Al terminar la Exposición, Ireneo Paz y familia aprovecharon el viaje para conocer más de Europa, sin que aquello representase una excusa para detener la labor periodística. Por ejemplo, una carta enviada desde Zúrich, para comentar los adelantos de la instrucción pública en Suiza, demostraba su interés por compartir los avances de otras naciones y sus posibles implementaciones en México. Finalmente, para mediados de diciembre, se notificó que abordo del vapor “Alfonso XII”, la familia Paz había retornado al país.
Investigador del Centro de Geociencias, UNAM Campus Juriquilla
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