Parece ineludible la búsqueda del orden o, cuando menos, la intención de generarlo al inicio de un nuevo ciclo; el ímpetu propositivo y la ejecución de las obras más entusiastas derivadas de la introspección festiva dominan esta temporada, por lo que no debe de extrañarnos que sea con este ánimo como han comenzado casi todos los años.

El viernes 14 de enero de 1853 se anunciaba en las páginas de “El Siglo Diez y Nueve” , la inauguración de una galería antropológica en el Museo de Historia Natural de París. La nota en cuestión indicaba la complejidad de estudiar algo tan variable, diverso y volátil como la humanidad y sus diversos avatares.

Mientras tanto, en su sección editorial este mismo diario trataba de repasar y proponer un poco de esa estabilidad tan ansiada, enlistando como trabajos pendientes los siguientes: una fijación expedita y rigurosa del presupuesto anual y un plan de acción concreto para las obras que debían emprenderse; así mismo, se invitaba a hacer una reconsideración sobre la ley electoral “con el objeto de que las minorías no fuesen constante y plenamente sujetas a las mayoría” y se proponía la abolición de prácticas tales como los amiguismos, pues estos entorpecían la elección, o cuando menos la consideración, de personas capacitadas para la representación ciudadana en el congreso; como tercera prioridad se señalaba la regulación de la prensa misma, con la finalidad de que esta herramienta tan útil no quedara coartada de libertad y que, no obstante, tampoco esgrimiera acusaciones sin fundamentos; su última observación era la diligencia con la que debían los titulares de los departamentos redactar las memorias correspondientes, a fin de que el receso vacacional sirviera para establecer balances y trazar propuestas.

Por el otro lado, EL UNIVERSAL proponía analizar a través de tres palabras rectoras “amnistía”, “legalidad” y “legitimidad” los hechos derivados del “Plan del Hospicio”, acaecidos en octubre de 1852; cuestionaba la dimisión del presidente Arista en favor de Juan Bautista Ceballos y el significado de “la revolución” que se estaba gestando a través de estos movimientos; además, afirmaba que la única manera que tenía el gobierno para pacificar al país era sofocándola o abrazándola, de modo que los pueblos sublevados e inconformes se viesen finalmente representados y atendidos en sus demandas. Siendo así, señala el artículo el sinsentido que suponía la concesión de amnistías a los sediciosos, cuando había gobiernos que tiranizaban a sus pueblos y a quienes los ciudadanos estaban tratando de derrocar, por lo que estas palabras se veían desprovistas de significado en un Estado que estaba apenas buscando su cauce.

La última nota extensa en estas páginas deriva de una misiva en la que se hacía una reflexión respecto al potencial del istmo de Tehuantepec como ruta económica. En dicha carta se señalaba lo costoso de su mantenimiento y lo poco práctico de su disposición. Sus razonamientos, no obstante, tenían la intención de disuadir a los inversores potenciales, puesto que el único mercado beneficiado sería el estadounidense, dando pie a una reflexión sobre la sombra yanqui en nuestros asuntos.

Finalmente, como un plumazo sobre el ingenio humano y su capacidad de asombro, se recuperaron de un diario inglés los detalles sobre la aplicación de electricidad en la pesca de ballenas a cargo del doctor Somersburg.

Así pues, el panorama era funesto y, aunque los ánimos de organización eran considerables, una nación tan diversa estaba lejos de conocer el orden y la paz.

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