Señala Jacinto Benavente que una cosa es continuar la historia, y otra, repetirla, acaso sea ese el afán con el que observamos los testimonios de que disponemos, a veces, sólo para contemplar, como sentenciaba Tucídides, que la historia es un incesante volver a empezar. En los diarios del martes 15 de octubre de 1872 puede notarse la complejidad con la que algunos hechos, con sus ligeras variaciones, aún hoy nos persiguen, como si el tiempo sólo se tratara del uróboros que vuelve al comienzo.

La candidatura presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada era el objeto principal de las noticias. Se hablaba de su triunfo avasallador en las elecciones primarias posteriores a la inesperada muerte de Juárez y la mayoría de los diarios lo presentaba como el candidato indiscutible.

Dichas elecciones se caracterizaron por su particular orden; sin ningún tipo de amañamiento o escándalo de por medio, salvo la opinión de El Monitor Republicano, en cuya primera plana se ponía en entredicho la soberanía. En El Ferrocarril se reportaba que el pueblo había sido indiferente con los comicios, e incluso se aventuró a suponer que este ejercicio habría de repetirse pues, según sus datos, la concurrencia a las casillas había sido escasa. Así bien, en El Imparcial se escribía que debía respetarse la calidad de las elecciones y se destacaba que Porfirio Díaz debía ajustarse a ellas pues, de otro modo, la paz se vería afectada; asimismo expuso una misiva dictada por el oaxaqueño en la que dejaba claro que si el pueblo continuaba la rebelión, él y su ejército estaban dispuestos a seguirlos, como lo dictaba su deber. Ante esto, en La Iberia se difundió una respuesta en la que se reiteraba que la gente no permitiría que se atentara contra la tranquilidad. En medio de este clima se destacaba la preocupación de los periódicos monárquicos, los cuales pronosticaron una “anarquía espantosa” que no ocurrió.

Otros asuntos que ocupaban a algunos rotativos como El Siglo Diez y Nueve, El Monitor Republicano, Juan Diego y El Imparcial eran los desfalcos y querellas contra el ayuntamiento; el escándalo por el desvío de 4 mil pesos en el Monte de Piedad, descubierto por una comisión nombrada por Lerdo de Tejada; el mal uso de los bienes de la hacienda pública a manos de los corredores que se enriquecían y vivían holgadamente, por lo que se ensayaba una propuesta de ley para obligarlos a rendir cuentas; y la falta de acondicionamiento del Hospital San Juan de Dios debido a esos desvíos. La presentación de “La carta de un pelado” en las páginas de Juan Diego constituía una denuncia dirigida al presidente, en la que se hablaba de los impuestos excesivos, el aumento de los precios en los alimentos como el maíz o la falta de regulación en los negocios, hecho que perjudicaba a los trabajadores.

La última noticia popular fue el ajusticiamiento de Domingo Calzada, plagiario del francés Bassot, en el que, además, ocurrió una desgracia: la bala perdida de un militar acabó con la vida de un artesano e hirió a dos mujeres.

Finalmente, algunos hechos misceláneos presentados fueron el anuncio de la terminación del ferrocarril de Veracruz para el 20 de noviembre; la muerte del exsecretario de Estado, W. H. Seward; la presentación de Vicente Riva Palacio como posible titular de la Suprema Corte de Justicia; la novedad que suponían los cafés-cantantes y la publicación de El capitán Armando, de Manuel Blanco, Los novios, de Luis Calderón y Las gentes que son así, de José Tomás de Cuéllar.

Al contemplar el pasado, éste nos devuelve algunos vicios, no pocos accidentes, múltiples escándalos y, notablemente, la continua apatía de una sociedad inconforme con su presente, pero que acepta sin chistar sus circunstancias.

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