En los cines se proyectaba la primera adaptación del Otelo de Shakespeare, filmada en Venecia, “tal como lo hubiera querido el bardo” según decía el cartel. Los espacios publicitarios anunciaban los poderes curativos del tónico de Lydia E. Pinkham, un licor digestivo que presumía aliviar cólicos y otras molestias en las mujeres. Un comercio informaba de cuantiosos descuentos en lo que, pocos años antes, era una novedad tecnológica insólita: la lampara eléctrica.
Era el 13 de abril de 1924, mientras los diputados discutían la ley de sindicatos y sociedades mutualistas, en Monterrey el gremio de los forjadores se encontraba de huelga general, intentando convencer a los ferrocarrileros de unirse. En el sur, los rebeldes delahuertistas —quienes habían tomado el control de Yucatán y fusilaron al gobernador Felipe Carrillo Puerto— fueron derrotados y ahora buscaban exiliarse, tal como ya lo había hecho el mismo Adolfo de la Huerta desde marzo. Los periódicos informaban de que la revuelta llegó a costarle al erario un millón de pesos diarios en su momento más álgido.
En Guadalajara sucedió un acontecimiento de gravedad: un atentado contra la vida del candidato presidencial Ángel Flores, un férreo opositor a Plutarco Elías Calles. El fallido magnicida hizo estallar una bomba en el Hotel San Francis, el mismo modus operandi con el que, poco tiempo antes, habían intentado asesinar al arzobispo Francisco Orozco y Jiménez —futuro líder del bando cristero. Era evidente que la vida del general Flores estaba en peligro, cosa que se comprobó dos años después, al ser envenenado.
En noticias internacionales, se difundía una síntesis de un discurso del general Miguel Primo de Rivera, un texto de corte bucólico que ensalzaba las tradiciones y los paisajes ibéricos, mientras aseguraba que España era una nación moderna.
La migración era un tema tan delicado como en nuestros días, un comentarista anónimo declaraba que estábamos en un círculo vicioso, por un lado, los traslados del campo a la ciudad mermaron la cantidad de trabajadores del sector agrario, mientras que distintas disposiciones y dejos nacionalistas redujeron el número de migrantes provenientes de Europa aptos para sumarse a la fuerza de trabajo. Agravando el panorama, se insistía en continuar con barbáricas persecuciones en contra de la población de origen chino y japonés, quienes, dice el redactor, “nos han demostrado habilidad en la lucha por la vida”.
Nuestra pasión por el futbol no ha menguado en los últimos 100 años. Ese día se enfrentaría el equipo de la metrópoli contra el de Jalisco, quizá un precedente del clásico América contra Chivas. El partido tenía una buena causa: las ganancias irían en beneficio del defensa central Ángel Bolumar, quien se había quebrado la pierna. El jugador contaba con el reconocimiento de tener la carrera más larga en el balompié hasta ese entonces. Español de nacimiento, se instaló en México desde los 14 años, misma edad a la que iniciaría como futbolista. Ya con casi 30 decidió que la temporada 1923-1924 sería la última que jugaría, sin embargo, la lesión le impidió llegar al final de esta.
Fue un partido reñido, transcurrió el primer tiempo sin que se viera un claro dominador; no obstante, algo pareció ocurrir con el equipo jarocho durante el descanso, pues entraron a la segunda mitad del juego con nuevo ímpetu. Es posible que la imagen de su amigo y mentor en el hospital les inspirara a ganar el partido en su honor.