Los años finiseculares vieron el incremento en el uso de vías telefónicas. Hacia 1893, la Compañía Telefónica Mexicana tuvo tanta demanda que comenzó a expandirse hacia otros estados de la República. La comunicación rápida también incrementó en actividades que escaparían de sus propósitos primigenios. De entre ellas, destacó el trabajo de los veladores, pues a su rutina se agregó un reporte a la central telefónica, donde las operadoras pasaban el resumen a los interesados.
Para 1900, la Compañía Telefónica empezó a sufrir la competencia, por lo que las tarifas disminuyeron a tal punto que, durante un tiempo, se ofrecieron llamadas gratuitas. Su máxima rival fue una empresa fundada por el sueco Lars Magnus Ericsson , que en 1905 brindó a su clientela “un nuevo sistema”. La existencia de estas dos marcas puso en escenario el problema de la interconexión , pues los usuarios de una no podían comunicarse con los de la otra, lo que generó verdaderas rivalidades, este conflicto se solucionaría hasta 1924.
Pronto las mentes más avanzadas comenzaron a soñar con horizontes más lejanos y se habló del teléfono sin hilos. Otros alcanzaron a vislumbrar enlaces trasatlánticos: “No es dudoso que algún día se podrá conversar desde un lado al otro del Atlántico. Los dos grandes obstáculos para la instalación de un teléfono han sido la falta de un hilo suficientemente aislado para impedir toda pérdida de corriente, y la existencia en los cables submarinos de ciertos fenómenos de intensa condensación que hacen inciertas las comunicaciones”. Estas elucubraciones dieron con palabras que hoy nos son naturales: “Y entonces se podrá decir: ‘aunque un océano separa nuestros cuerpos, te mando un beso por teléfono y el alma por el alambre eléctrico’”.
Pero el arte de la conspiración adquirió mayor efectividad gracias al invento de Graham Bell . Si bien durante la lucha armada de 1910 el aparato no tuvo un papel preponderante, bastarían tres años para demostrar su eficiencia en la toma de decisiones políticas: “Fue por vía telefónica como se le informó a Madero que Bernardo Reyes se dirigía con sus tropas a Palacio Nacional con la intención de tomarlo y, desde ahí, desconocer públicamente su gobierno”. El ambiente fue tan hostil que las centrales telefónicas suspendieron labores, aunque el servicio se mantuvo constante en la oficina presidencial, en el Castillo de Chapultepec y en la Cruz Roja y Blanca. Al final se detuvieron por completo las operaciones, no por falta de voluntad de los operadores, sino por un proyectil errado que dio contra las instalaciones. Sin embargo, el apagón fue momentáneo por lo que otras funestas voces lograron circular. El 22 de febrero de 1913 “a las cinco de la tarde, un ciudadano británico, que se dedica al arriendo de automóviles, recibió un mensaje telefónico (…) del señor Ignacio de la Torre y Mier, que es yerno del general Porfirio Díaz. El mensaje decía que enviara cuanto antes un carro grande a su casa. La orden fue cumplida, siendo el carro conducido por un chofer mexicano. Tras una larga espera, se le indicó que se dirigiera a Palacio Nacional y a las 11:00 pm, Madero y Pino Suárez fueron sacados y subidos al automóvil, que fue escoltado por otro vehículo en el cual iba una guardia de rurales (…) quien minutos después los asesinaría”.
De esta manera, el teléfono ingresó a nuestra cotidianidad y se convirtió en un medio para transmitir incluso las historias más secretas: “Dulce y lejana voz por mí vertida. /Dulce y lejana voz por mí gustada. / Lejana y dulce voz amortecida. /Lejana como oscura corza herida”.