El 6 de agosto de 1960, David Alfaro Siqueiros fue víctima de su enésima detención policiaca a causa de sus actividades subversivas. Acusado de cometer el delito de disolución social, fue recluido en Lecumberri. El pintor rememoraría ese instante: “Cuando le dieron el cerrón a la puerta de mi celda, el dolor inenarrable de la oscuridad, de la oscuridad negra, se multiplicó por ciento. Aquellas figuras pornográficas que habían sido pintadas rayando en la pared negra volvieron a danzar frente a mí. Pero ya no eran sólo blancas sino fluorescentes. Y ya no eran simplemente estáticas, sino que empezaron a moverse con la belleza plástica más inenarrable (…) ¡Qué compensación maravillosa era terminar mi vida, porque me iban a matar, seguramente, porque me iban a matar con aquel descubrimiento tan sorprendente! Todo mi amor, mi más profundo amor, lo entregaba yo como despedida a aquel hecho escénico que nunca pude imaginar antes”.

De inmediato, su esposa, Angélica Arenal, inició una campaña para obtener su liberación: “Lamentablemente el asunto no está aún resuelto. La Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México espera todavía instrucciones del presidente Adolfo López Mateos para retirar el monstruoso proceso urdido para tal objeto, por lo que el movimiento internacional de protesta debe desenvolverse con mayor fuerza. Necesitamos lo más pronto posible mayor número de protestas, colectivas o individuales y en forma de cartas o telegramas, dirigidas al (…) Presidente y, al mismo tiempo, actos (…) frente a las embajadas de mi patria. Mucho nos ayudaría que todo esto se publique también en la prensa de cada país. Luchar por la libertad de Siqueiros significa luchar por la libertad de los cincuenta presos políticos mexicanos, por los que durante año y medio estuvo luchando incansablemente este grande artista e íntegro patriota”.

Uno de los primeros intelectuales a los que Arenal recurrió fue Pablo Neruda , quien 20 años antes había demostrado su amistad incondicional con el muralista al facilitar su evasión del país tras su participación en los diversos atentados que concluyeron con el asesinato de León Trotski. Dicha intervención se dio en el marco de la primera de las cuatro visitas que hizo el vate chileno a nuestro país.

Sin embargo, en esta ocasión, la reacción de Neruda a favor de Siqueiros no tuvo la misma contundencia. En diciembre de 1960, desde La Habana, en la conclusión de una gira de 10 meses por seis países europeos ( URSS, Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Italia y Francia) y dos latinoamericanos, en un discurso que pronunció en la Casa de las Américas en el que también participó Nicolás Guillén, lo calificó de “gran maestro inquieto, grande en su obra, a veces equivocado en sus teorías plásticas, pero siempre radiante y lleno de fe y vigor, lleno de una personalidad huracanada, grandiosa y generosa como pocas en la historia del arte americano” y tímidamente solicitó: “Espero, pues, que nuestra solidaridad sacará a David Alfaro Siqueiros a la vida, a la que él ama, a la vida, a la cultura, a la política y a la pintura: ese es el humanismo de nuestra época, y David Alfaro Siqueiros, en ese sentido, lo sabemos, es uno de los maestros americanos”.

Esta declaración no tuvo mayor efecto, por lo que los simpatizantes del reo confiaban que la presencia de Neruda en la capital, su prestigio y su influencia, lograrían nuevamente la libertad para su antiguo camarada. Lo que ignoraban era que el chileno no tenía mayor prioridad que la de cumplir con las instrucciones que había recibido de Fidel Castro, el líder triunfante de la Revolución Cubana y, dentro de estas, la suerte de Siqueiros no era prioritaria.

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