De acuerdo con lo que narra John R. Bohrer en The Revolution of Robert Kennedy, transcurrido un año del asesinato de JFK, su hermano aún iba con frecuencia al cementerio. “Los reporteros lo habían visto ahí en semanas recientes: una vez cuando regresó a Washington después de la elección presidencial, y de nuevo en el aniversario del 22 de noviembre. Ese día se arrodilló sin su sombrero y su abrigo a pesar del clima gélido. Puso un clavel blanco sobre la tumba y rezó”. No fue suficiente. Tras otro compromiso, le ordenó a su guardaespaldas que regresaran a Arlington. “Pararon frente al portal, pero antes de que le preguntara cómo podían entrar, Bobby ya estaba trepando la cerca… Su ayudante se alarmó, pero lo vio saludar al vigilante. Ahí supo que esa no era la primera ocasión que lo hacía. Al día siguiente, en el aeropuerto, de camino a Los Ángeles, Ethel lo esperaba para despedirlo y darle una corbata a rayas. Era la primera vez desde Dallas que no usaría una de color negro”.

El verano de 1964 marcó un parteaguas en la vida del fiscal general. Abatido por el dolor, Bobby fue arropado por sus simpatizantes. El 27 de agosto, al presentar un cortometraje en honor al expresidente, los delegados demócratas lo ovacionaron durante 22 minutos. Pronto renunciaría a su cargo en el gabinete de Johnson y el 3 de septiembre anunciaría su intención de competir por un lugar en el Congreso, que obtendría dos meses después. En ese contexto, hizo su única visita oficial a México, la cual no aparece registrada en el estupendo documental Bobby Kennedy for President.

El senador había sido invitado a inaugurar la unidad habitacional “Presidente Kennedy”, edificada en conjunto por el gobierno mexicano y varias organizaciones estadounidenses, dentro del marco de la Alianza para el Progreso, y destinada a los afiliados al Sindicato de las Artes Gráficas.

Arribó a las 22:15 horas del lunes 16 de noviembre, en el vuelo 305 de Eastern Airlines. Firmó el libro de visitantes distinguidos y fue aclamado por “cientos de obreros” y por una comitiva de la comunidad angloamericana. Cuando salió de la plataforma, un mariachi entonó “El son de la negra”.

En la prensa se aplaudió su postura frente a la guerra de 1847, pues declaró que “la razón y la justicia no estuvieron nunca del lado de los invasores”. Con ello mostró empatía ante una vieja herida mexicana que, por provenir de un encumbrado político, era aún más significativa.

La ceremonia inició casi a mediodía del martes 17 y la encabezó el presidente López Mateos. En el evento, Bobby exhortó a la juventud a “salir de su caparazón y ayudar a los que no saben leer, a los que no tienen casa ni ropa apropiada, a los que no tienen empleo”. Además, se pronunció a favor de un pago justo a los campesinos migrantes. Al concluir el acto, asistió a un banquete con los trabajadores gráficos.

Algunos editoriales calificaron de “sensata la admisión por parte de Robert Kennedy de que ‘hay casos de ciertas empresas que son demasiado ambiciosas.’ Nosotros suprimiríamos el adjetivo ‘ciertas’ y afirmaríamos que la aplastante mayoría de las compañías estadounidenses que comercian con nuestros países no atienden sino a su propio interés, realizando operaciones de tipo colonialista. Así, es bueno saber que ‘tal conducta no refleja el modo de pensar ni del gobierno ni del pueblo de los Estados Unidos’”.

Salió por la tarde rumbo a Chicago. Al enterarse que el encargado de acompañarlo a la terminal aérea, Ramón Ruiz Torres, fue la misma persona que escoltó a su hermano en su visita un par de años atrás, le dio un cálido abrazo. Según EL UNIVERSAL, varias “señoritas y niños lo acosaron para obtener un autógrafo” y él aceptó amablemente.

Durante 1965, Bobby viajó por Sudamérica con el mismo matiz conciliador. Defensor de las libertades civiles, su posición en contra del socialismo era tajante. En Río de Janeiro afirmó que: “El comunismo no puede implementarse más que donde existe la miseria, el hambre y la injusticia social. (…) Mientras el régimen cubano insista en sus esfuerzos por exportar la revolución, los Estados Unidos no podrán modificar su actitud”. Afirmó que no anhelaba la presidencia de su país: “Por un profundo afecto inicié esta gira, sin ningún pensamiento electoral oculto”; concluyó con una cita que atribuyó a Benito Juárez: “la democracia es el destino de la humanidad”.

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