El papel que la mujer ha ocupado en los espacios políticos ha sido poco estudiado desde el ámbito de las relaciones exteriores. Además de la injusticia que representa no darles el respectivo crédito, esta omisión impide un conocimiento cabal de las actividades diplomáticas en América durante el siglo pasado.
En este entorno, la Dirección General del Acervo Histórico Diplomático de la SRE publicó Mujeres y relaciones internacionales en el siglo XX: historia y presencia en un mundo en transición (2024), obra coordinada por Fabián Herrera León, Itzel Toledo García y Laura Beatriz Moreno Rodríguez, cuyo fin último es tratar de “visibilizar la actividad en el plano de la política internacional de mujeres provenientes de México, Brasil, Uruguay, Cuba, Estados Unidos, España, Italia y Rusia”.
Para realizar esta investigación, los autores hurgaron en las más diversas fuentes: se “utilizaron documentos históricos existentes en ministerios de relaciones exteriores, organismos multilaterales, archivos de universidades y documentos personales. También se usó hemerografía y obras publicadas por las protagonistas”.
De esta manera, se revisan la familia de las funcionarias, sus intereses intelectuales, su labor en las instituciones para las que se desempeñaron, y la conformación de redes y activismo como los cuatro ejes que sostienen la estructura de esta compilación, que es un viaje por la historia contemporánea.
Una de las personalidades que se destaca es la brasileña Flora de Oliveira Lima, quien es descrita por Nathália Henrich como una compañera de vida multifacética, transgresora de las normas sociales que la confinaban al espacio doméstico. Otra es la mexicana Palma Guillén, a cargo de Olivia Gómez Lezama, quien señala que “no sólo era una intelectual de escritorio, sino conocedora de la realidad del país, [quien pudo] contribuir a la defensa y promoción de los ideales revolucionarios en el exterior”.
La diplomacia es un cargo que se puede conjugar con el trabajo literario y académico, o al menos esto es lo que nos deja ver Rosario Castellanos en los primeros años de los setenta. Liliana Chávez Díaz e Itzel Toledo García exploran la vida de la escritora desde una perspectiva política por medio de sus columnas periodísticas, en las cuales relató los pormenores de sus funciones como embajadora en Tel Aviv.
Dentro de la diáspora latina residente en la frontera norte se encuentran personajes que luchan contra la segregación, como Gloria Anzaldúa, Cherríe Moraga y Lorena Borjas, cuyo trabajo a favor de las disidencias sexuales chicanas es analizado por Eduardo Luciano Tadeo Hernández como un modo de resistencia a las estructuras de poder institucionales.
El recorrido que se hace por la vida de estas ilustres diplomáticas da otro panorama de la historia política, uno que por muchos años fue silenciado, y abre paso a una nueva forma de contar el quehacer femenino en sociedad: “El siglo presente es sin duda prometedor y desborda esperanzas de un reconocimiento justo y profundo de la mujer en el pasado humano”.
“Las mujeres son las grandes olvidadas de la historia”, afirmó Elena Poniatowska, “los libros son la mejor forma de rendirles un homenaje”. Esta obra cumple el objetivo de “recuperar historias sobre mujeres del ámbito iberoamericano con una capacidad intelectual y espiritual para trascender la estrechez de su época y su espacio, para alcanzar mucho antes que tantas otras una posición de acción en el nivel internacional y más tarde contribuir en la integración de otras más”.