La creciente sensación de inconformidad con nuestro presente ha provocado que nos percibamos inmersos en un profundo pesimismo. Ya sea por cuestiones políticas, conflictos bélicos, desastres naturales o la epidemia de enfermedades mentales, hemos entrado en un estado de negatividad y tristeza. Sin embargo, frente a esa fuerza, hay quienes deciden nadar contra corriente y se dedican a darnos un poco de felicidad y certeza por medio de la pluma, tal como lo logra Armando González Torres en su más reciente publicación.

Libros alegres, nombre con que se intitula la obra, es una colección de ensayos cortos que retoman algunos de los escritos que, a pesar de lo que ocurre en el mundo actual, tratan de celebrar el acto de vivir. No obstante, estos “textos alegres” no basan su narrativa en un optimismo irreal, sino que muestran un lado más amable del hombre sin esconder las partes amargas y resaltan el proceso de superación de sus personajes. El autor nos presenta en este compendio una variedad de títulos sobre temas como la filosofía del comportamiento humano, la literatura, la resistencia ante lo adverso, entre otros.

Dentro de estos ensayos aparece “Bondad natural”, el cual toma su nombre del libro homónimo de Philippa Foot, donde se resalta la virtud de los seres vivos de actuar con amabilidad, antes de ser egoístas o desconsiderados, apelando a un fin mayor: la supervivencia de la especie. Por encima de la complejidad de la moral humana, nuestras necesidades vitales requieren de la colaboración de los individuos para ser cubiertas. “Dicha cooperación puede desarrollarse de mejor manera, con disposiciones de la conducta como la cordialidad, la equidad, la transparencia y la lealtad”.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

Así como debemos actuar con bondad para alcanzar el bienestar, debemos conducirnos con compasión para encontrar la salud. González Torres escribe sobre esto en “Curar por la palabra”, un texto que destaca cómo la oralidad ha sido indispensable para la recuperación de un enfermo, sumado a la magia que emana de este recurso desde la antigüedad: “En ocasiones diagnosticar una enfermedad tiene mucho de adivinación”, además de que “la empatía y la buena comunicación entre médico y paciente juegan un papel muy importante en muchos tratamientos. Por eso, algunos médicos no dejan de considerar su disciplina como un arte”.

Por otro lado, en “Un mundo propio”, el ensayista retoma algunas de las ideas del filósofo Remo Bodei acerca del conocimiento de uno mismo a través de los otros, entendiendo por otros a seres tanto reales como ficticios. Para González Torres, a través de las vidas de terceros podemos formar nuestra propia identidad, ya sea por mimetismo o alteridad, siempre y cuando tengamos mesura al construir nuestro “yo”, es decir, se debe “armonizar la realidad con la ensoñación, multiplicar las experiencias con las existencias ajenas sin renunciar al mundo propio; buscar […] la comunión conservando la autonomía”.

En “Infatigable alegría” podemos leer el testimonio de Adam Zagajewski, un poeta que encontró en la literatura un refugio ante el destierro y la represión que padeció. El autor elogia la resistencia y la resiliencia con que el poeta aborda su historia “sin dejarse contaminar por venenos”.

La obra de González Torres es una celebración a la vida, una guía idónea contra el catastrofismo general. Nos indica lecturas sustanciales que nutren el alma humana y que nos pueden ayudar a recuperar un poco de lo que la modernidad nos ha quitado: el optimismo y la esperanza.

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