El 10 de agosto de 1946, Adolfo Manero, candidato perdedor al Senado presentó, ante el Congreso de la Unión, una acusación contra su contrincante victorioso, Adolfo López Mateos. La queja aludía al supuesto origen guatemalteco del increpado. Entre los documentos que apoyaban la denuncia, relucía una copia certificada de un acta de nacimiento expedida a nombre de Carlos Adolfo López Mateos, nacido en Patzicía, departamento de Chimaltenango. Esas especulaciones se acrecentaron por un sobrenombre de juventud: “El Guatemala”, aunque el senador alegó que dicho mote lo obtuvo por su participación en una caminata desde el Zócalo capitalino hasta aquel lugar y por su decisión de refugiarse en el vecino país luego de la derrota en urnas de José Vasconcelos en 1929.

En respuesta a la imputación, el aludido ofreció papeles que indicaban que sus padres, Elena Mateos Vega y Mariano Gerardo López Sánchez-Román, eran originarios de tierras mexicanas, la primera de la Ciudad de México, el segundo de Tlaltenango, Zacatecas. Además, expuso las partidas de bautizo y los registros oficiales de sus hermanos mayores: Mariano José y Elena de los Ángeles, sin embargo, omitió llevar sus propias actas y las de Esperanza, su tercera hermana. Asimismo, incluyó certificados de la Escuela Nacional Preparatoria, aunque nunca su tesis ni su título profesional. También ofreció el testimonio de un acta del notario Rafael Enríquez, datada en 1916 en la que se daba fe de otra de 1908, expedida por Antonio Díaz Soto y Gama, donde se hacían constar una serie de dichos de su padre y su abuelo materno que ratificaban su nacimiento. Con estos elementos, la mayoría priista ratificó su triunfo, pero la semilla de la duda ya había germinado.

Durante el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, López Mateos fungió como secretario del Trabajo. Su simpatía y don de gentes le valieron el cariño del pueblo y ser ungido como sucesor para el periodo 1958-1964. Su mandato originó algunas leyendas nacionales, como la elaborada por su mentor Isidro Fabela quien distinguió en él a un prócer de la patria: “Yo no lo concibo tirano, porque nació cuando la Revolución nacía en 1910 y amamantó su espíritu selecto en los senos de la Constitución de 1917”. A la par se prepararon varias biografías para limpiar las antiguas increpaciones. En ellas el mandatario aseguraba ser de un pueblo del Estado de México, ser huérfano de padre a una edad muy tierna y que su madre, fallecida en 1945, fue la única que veló por sus intereses. El mismo Fabela atizaba sobre el asunto: “Ahora se sabe que era costumbre en el matrimonio [López Mateos] trasladarse […] a Atizapán de Zaragoza para gozar de un breve periodo de vacaciones. La señora, a los pocos días de haber llegado a Atizapán en estado grávido, sintió los síntomas precursores del alumbramiento, y consideró prudente no abandonar el pueblecito”.

Luego de la muerte de López Mateos en 1969, su genealogía volvió a ser tema de interés y de duda, por las inconsistencias que el mismo político presentó como pruebas de su nacionalidad. La hebra más saliente era su año de nacimiento, pues el acta notarial afirmaba que había sido alumbrado en 1908, mientras que en sus biografías se repetía 1910. El hilo siguió hasta dar con el irrefutable hecho de que su supuesto progenitor, Mariano Gerardo López Sánchez-Román, había muerto en 1904, al menos cuatro años antes de su alumbramiento y que el acta notarial de Soto y Gama era apócrifa. Así, desentrañar su origen era un auténtico nudo gordiano y su paso por la presidencia se cuestionó a posteriori severamente. Fue necesario un arduo trabajo de investigación crítico para encajar las piezas.

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