Baltasar Garzón, intelectual español de reconocida trayectoria, dio a conocer este año “Los disfraces del fascismo”, obra en la que denuncia el resurgimiento de este totalitarismo, movimiento cuya sombra se desplaza —una vez más— subrepticiamente sobre Hispanoamérica.
El académico se ha posicionado como uno de los juristas más destacados de los últimos años debido a su participación en procesos históricos, tales como el juicio a Pinochet por sus crímenes durante la dictadura en Chile o su participación en la defensa jurídica de Julian Assange, fundador de Wikileaks. Asimismo, ha sido asesor de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional en la Haya y miembro del Comité contra la Tortura. Su experiencia se consolida, aquí, al evocar su niñez y relatar su largo aprendizaje respecto del fascismo.
La obra es un llamado enérgico para hacerle frente a una ideología que amenaza a todas las democracias contemporáneas; un clamor que, además de estar ampliamente documentado, es un valioso instrumento para descubrir y señalar en dónde se han ocultado los vestigios y mutaciones de dicha doctrina. Un arma para identificar a los elementos que la caracterizan y ubicarlos en aquellas conductas que, abanderando discursos humanistas, actúan replicando prácticas prototípicamente fascistas.
El libro nos presenta un recorrido por algunos de los casos “que esconden, directa o indirectamente, distintos disfraces del fascismo: la cobardía frente a los radicales, los radicalismos intolerantes y populistas, las amenazas extremistas, los favores a los dictadores y los jueces controlados y controladores”.
Con agudeza, en un párrafo Garzón logra señalar el problema moderno: “En un caso u otro, lo único que cambia son las formas de actuar y presionar, pero el objetivo no varía: someter y dominar. Y lo vemos con claridad en la actualidad, cuando, de nuevo, las campanas tocan a rebato tras las victorias de Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile y las […] de Lula en Brasil y Petro en Colombia, junto a las de Zelaya en Honduras y Morena en México, la continuidad de Maduro en Venezuela y Díaz-Canel en Cuba. Si todo este escenario se confirma, me temo que saldrán a relucir nuevamente las palabras socialismo, comunismo, alianzas contra la democracia, etc. Los gobiernos progresistas serán satanizados, sobre todo cuando quieran de vuelta sus recursos naturales y los nacionalicen, o simplemente cuando pretendan que se pague un precio justo por su explotación por parte de las grandes corporaciones transnacionales. Volveremos a escuchar toda la ponzoña neoliberal trufada de doctrinas neocoloniales que disfrazan el fascismo con un refinado lenguaje pleno de neologismos y anglicismos, aderezados además con pelajes demócratas o republicanos”.
Durante su exposición, Garzón a veces peca de ingenuidad al considerar que la sombra del fascismo ronda en paralelo a los gobiernos ya constituidos, sin tomar en cuenta que el germen de dicha ideología puede hallarse dentro de los regímenes que busca proteger.
Al final, resulta perturbador que a pesar de la victoria sobre los discursos fascistas de gran envergadura —aquellos sermones de las guerras del siglo XX—, hoy en día no sólo sobrevivan muchas de sus herramientas y artilugios, sino que sus mutaciones sigan creciendo y, con ello, encuentren un lugar dentro de las comunidades jóvenes. Textos como el de Garzón serán fundamentales para defender a la sociedad democrática del siglo XXI.
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