Ángel Gilberto Adame

Los diarios de un exiliado

Ángel Gilberto Adame
31/08/2024 |03:22
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La biografía de Max Aub (1903-1972) constituye un ejemplo de las inclemencias que padecieron gran parte de los republicanos españoles que debieron partir al exilio; sin embargo, también es una muestra del apoyo incondicional que el gobierno mexicano les proporcionó para que consiguieran salir de una Europa lastrada por los conflictos bélicos.

Francés de nacimiento, Aub se trasladó con su familia a España, allí cursó el bachillerato y se destacó por su facilidad para aprender idiomas. Durante su juventud recorrió la península y, después de establecer contacto con algunas vanguardias artísticas, empezó a escribir obras teatrales y a interesarse por las ideas socialistas. Después del estallido de la guerra, colaboró con André Malraux en el rodaje de la película “Sierra de Teruel”, la cual ensalzaba el heroísmo del bando republicano. Pese al entusiasmo de los participantes, la filmación se suspendió por la toma de Cataluña, por lo que el equipo de grabación se refugió en Francia, donde concluyeron el proyecto.

Luego de esto comenzó un periplo que lo llevaría por diferentes centros de detención en Europa y África hasta lograr su traslado a México, donde pasó la mayor parte de su vida. La crónica de estos acontecimientos y de la vida en su país de adopción está escrita en sus “Diarios (1939-1972)”, mismos que son de interés historiográfico y literario por ser testimonio de una época tan compleja, tal como puede leerse en una anotación sobre sus primeros meses en París: “Me puse a escribir ‘Campo cerrado’ [novela que se publicaría en 1943], diez cuartillas diarias, por la mañana a mano, por la tarde a máquina. Ni cinco céntimos. La buhardilla; ya no recuerdo el papel que recubría la pared. […] Ver a Malraux día sí, día no; a Cassou de cuando en cuando; a Aragon, a Alberti, a Ehrenburg, a Corpus, a Bergamín […]. No esperaba nada, nunca he esperado nada: la vida de cada día, enorme”.

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Fue acusado de ser un militante comunista, por lo que en mayo de 1940 fue recluido en el campo de concentración de Le Vernet d’ Ariège, una de las instituciones en la que estuvo. En septiembre de 1942, Aub partió a costas mexicanas desde Marruecos, luego de las gestiones de Gilberto Bosques, quien le expresó: “manifiesto que este Consulado General ha hecho todo lo indicado en el caso de usted para obtener su liberación y traslado a Casablanca, donde podrá embarcar en el próximo vapor que salga para México”.

A su arribo, Aub escribió: “Veracruz. El Orizaba, la bruma, el mar fuerte, el puerto surgiendo de la bruma. […] Veracruz: Castellón y Murcia. Sus calles levantadas e iluminadas. Comida áspera, fuerte y suculenta”. Aunque sus primeros años en el exilio fueron complicados, recibió múltiples encargos que le permitieron integrarse gradualmente a la vida cultural: participó en adaptaciones cinematográficas, realizó traducciones, correcciones, promovió obras de teatro y publicó artículos periodísticos.

Testigo de una vida que hemos olvidado y de una literatura comprometida con la realidad política, Aub fue hundiéndose en un olvido autoimpuesto, como expresó el 23 de agosto de 1970, dos años antes de su muerte: “En México, no quieren nada conmigo, y en España son muy pocos. Seguiré diciendo lo que creo que debo decir, pero no armaré ningún escándalo, que podría ser útil si fuera quien fuese allá o aquí. Pero no he pasado de ser la sombra de un mito”. La lectura de los “Diarios” de Max Aub es un paso más en el camino de la recuperación de una figura de primer orden para la cultura hispanoamericana.

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