Al mediodía del 18 de febrero de 1880 atracó en el puerto de Veracruz , con gran alharaca, el vapor “City of Alexandria”, procedente de La Habana . Además de una multitud de curiosos, en el muelle esperaban Matías Romero, el exsecretario de Guerra Ignacio Mejía y una delegación de residentes norteamericanos encabezados por el embajador John W. Foster . La expectativa obedecía a que entre los pasajeros se encontraba el general Ulysses S. Grant , quien acompañado por su esposa, Julia Boggs Dent , acababa de hacer una travesía mundial, acción que por aquel entonces lindaba con la ciencia ficción. México fue la última parada de su recorrido y convertiría al militar de 57 años en el primer expresidente estadounidense en visitar nuestro país.
La visita de Grant, quien había concluido su mandato tres años atrás, no sólo tenía fines turísticos, sino que beneficiaba a un grupo de empresarios que buscaban participar en la naciente industria ferrocarrilera impulsada por Porfirio Díaz . Así, la recepción al héroe de la Guerra de Secesión fue apoteósica. El sábado 21 de febrero, por la tarde, la estación de Buenavista fue el umbral de bienvenida: “Estaba adornada con faroles venecianos y con un arco triunfal en que se leía en gigantescos caracteres la palabra ‘Wellcome’; la música del batallón de zapadores saludó al visitante con el himno de su patria, y la comisión de recepción, precedida por el regidor Sebastián Camacho (vinculado a intereses ferrocarrileros), lo presentó con los demás miembros del ayuntamiento”. El Palacio de Minería , residencia de Grant durante toda su estancia, fue el siguiente destino. El distinguido visitante, desde los balcones, contempló un desfile de hachones llevados en mano por un batallón de rurales, pero los caballos se encabritaron por el fuego y corrieron en verdadero zafarrancho: “Sentimos que después de tantos preparativos haya hecho fiasco la marcha”, lamentó la prensa mexicana.
En medio de la celebración que agasajaba la presencia del general, éste pronunció un breve discurso: “Ciudadanos de los Estados Unidos y vecinos de México: Me regocija el encontraros aquí y ver los buenos sentimientos que existen entre los hombres de las dos más grandes Repúblicas de este continente. Espero que se convierta en el emblema de la paz perpetua que existirá entre nosotros. Confío en que nos beneficiemos mutuamente como bien podemos hacerlo. Creo ser el portavoz de los sentimientos de la gran mayoría de mi pueblo cuando digo que únicamente deseamos la prosperidad para este pueblo y que México mejore y se engrandezca como es susceptible de hacerlo; que llegue a rivalizar con nosotros y marche al progreso a la par que nosotros. No sentimos celos, sino que queremos que se nos enseñe como también queremos enseñar”.
Entre todos los festejos de que fue objeto, destacó una función de ópera en el teatro de la Academia de Música, con la participación de Fanny Natali de Testa , el 15 de marzo. Ahí estuvo Díaz con algunos de sus ministros. Cuatro días más tarde, Grant abandonó el país con rumbo a Nueva Orleans : “Mi adiós a México fue del carácter más cordial y tierno”, sentenció el político.
Para Grant, esta no fue su primera estancia en nuestro país, pues 33 años antes conoció el Zócalo capitalino de una manera menos fraterna. Durante la guerra de 1847, el joven teniente de Ohio formaba parte del ejército invasor. Mucho más tarde, su espíritu liberal lo llevaría a recriminar el asalto: “No creo que haya habido una guerra más perversa que la que emprendió Estados Unidos contra México. Lo creía entonces, cuando era sólo un joven, pero no tuve el suficiente valor moral para renunciar”.