Poco se ha hablado del combate que Benito Juárez, a pesar de su origen, emprendió contra los movimientos indigenistas. Más allá de su conocido conflicto con el militarcora Manuel Lozada, “El Tigre de Álica”, resalta la campaña que instrumentó para detener al nahua Julio Chávez López, quien influenciado por las ideas del filósofo utópico Plotino C. Rhodakanaty —fundador de “La Escuela del Rayo y el Socialismo” en Chalco—, se convirtió en más que un mero rebelde o líder campesino: fue el ideólogo de lo que podría llamarse la “proto-anarquía mexicana”.

Nacido alrededor de 1840, Chávez López vivió en un entorno fragmentado, donde las continuas luchas armadas por la supuesta libertad religiosa y política se veían socavadas por la desigualdad y la explotación a su natal mundo indígena. Gracias a su basta correspondencia, se conoce que participó en la Guerra de Reforma y en la Intervención Francesa del lado liberal, incluso se le menciona como el “coronel Julio”. Fue años más tarde, en la escuela de Rhodakanaty, donde Chávez López y otros líderes (como Francisco Zalacosta y Santiago Villanueva) quedaron absortos por los conceptos anárquicos y socialistas. El otrora coronel Julio asumió la tarea, no sólo de propugnar la redistribución de la tierra, sino también de propagar una nueva gama de ideas entre el campesinado. A través de sus acciones, que poco a poco incluirán la expropiación de terrenos y la quema de escrituras, desafió el orden establecido, provocando la ira del gobierno. En poco tiempo, se alzó como el portavoz de una insurgencia tanto armada como ideológica.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

El conflicto escaló y, en 1867, Chávez López llevó a cabo golpes decisivos contra importantes haciendas de Chalco y Texcoco, iniciativas que pronto se expandieron hacia Morelos, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo. En esta serie de asaltos, su estrategia era clara: expropiar las propiedades de los hacendados para los trabajadores y destruir cualquier documento legal que justificara la posesión terrateniente de dichos predios. El revolucionario Chávez López publicó su manifiesto el 20 de abril de 1868, en el que proclamó que la equidad y la justicia social debían formar el tejido de la sociedad. Era un llamado a utilizar la violencia como una vía de crear un porvenir igualitario: “Vamos a una contienda de sangre, pero ¿qué importa si esta sangre es generosa? Fertilizará nuestros campos, dará exuberancia a las plantas y dejará un rastro a la humanidad del futuro”.

Juárez respondió con las armas y mandó reforzar los controles militares de la zona.

Meses después, en una refriega en Hidalgo, Chávez López fue capturado. José C. Valadés rescata en El socialismo libertario mexicano que el insurrecto fue llevado, como crueldad máxima, a “La Escuela del Rayo”, donde fue fusilado el 9 de julio. Antes de morir, exclamó: “¡Viva el socialismo!”

Las vindicaciones de Chávez López fueron una manifestación temprana y significativa del descontento popular y la aspiración a un orden más justo. Su discurso y su causa rebasaron el tema agrario: buscaba transformar las relaciones políticas y económicas desde sus cimientos, promoviendo una visión de autonomía y cooperación entre los campesinos. Este movimiento, eclipsado en las narrativas históricas tradicionales, prefiguró muchas de las luchas agrarias y sociales que definirían a México en el siglo XX. Los Flores Magón, los zapatistas, y demás personajes venideros tendrán presente el radicalismo y la valentía de este olvidado actor de la historia indígena.

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