El 25 de abril de 1995, en conmemoración del aniversario de la insurrección general contra el nazismo y la liberación de Europa, Umberto Eco impartió una conferencia en un congreso organizado por los departamentos de filología italiana y francesa de la Universidad de Columbia, la cual, posteriormente, fue traducida y recogida en un breve volumen bajo el título “Contra el fascismo”.
Preocupado por la intolerancia que “surge en ausencia de cualquier doctrina, como resultado de pulsiones elementales”, Eco indica que los totalitarismos no se pueden definir con argumentos racionales, ya que no son “una ideología monolítica, sino, más bien, un collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones”. Para el filósofo, el vocablo “fascismo se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen de esa clase uno o más aspectos y siempre podremos reconocerlo como fascista ”.
Para entenderlo, enlista las características típicas de lo que denomina “ur-fascismo” o “fascismo eterno”:
1. Cultiva la tradición y rechaza la modernidad, lo cual se traduce en un irracionalismo.
2. Para el ur-fascista, “la cultura es sospechosa en la medida en que se identifica con actitudes críticas”; de esta manera, proclama el culto a la acción por la acción: “debe actuarse antes de y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración”.
3. Rechaza el pensamiento crítico, ya que este se distingue por el discernimiento y, por ende, la aceptación del desacuerdo como un medio para llegar al fin del progreso del conocimiento. El desacuerdo siempre será interpretado como una forma de traición.
4. Así bien, cualquier atisbo de diversidad es contrarrestado con la exacerbación del miedo a la diferencia. Al buscar la anuencia, cualquiera que no acate los mandamientos es etiquetado como intruso y excluido en consecuencia.
5. Surge y se alimenta de la frustración, la desazón y las crisis, motivo por el cual, no sorprende que gran parte de sus militantes provengan de las clases medias “asustadas por la presión de los grupos sociales subordinados”.
6. En el ur-fascismo se encuentran las raíces del nacionalismo que nace de la xenofobia, cuyas víctimas pueden ser tanto sujetos externos al territorio como internos, en aquellos casos en que carezcan de identidad social y únicamente gocen del privilegio “más vulgar de todos: haber nacido en el mismo país”.
7. Se nutre de un discurso ambivalente en el que los enemigos se reconocen como individuos demasiado fuertes y demasiado débiles a la vez.
8. La lucha no es un medio, sino un fin; de esta manera, la vida es una guerra permanente.
9. Predica un “elitismo popular”, es decir, potencia las bondades de sus adeptos, tildándolos de ser los mejores ciudadanos del mejor pueblo. No obstante, a la par, el poder de su líder se consolida a través del desprecio a sus subalternos, conducta que se reproduce en cada uno de los estamentos de la escala jerárquica en la que se organiza.
10. Cada uno de sus creyentes es educado bajo la máxima del heroísmo.
11. La voluntad de poder del ur-fascista, proyectada al ámbito sexual, da origen al machismo que se manifiesta en conductas como el rechazo a las mujeres y la intolerancia a las conductas sexuales “no conformistas”.
12. El líder se erige como el intérprete de la voluntad del pueblo.
13. Desaparecen las herramientas que promueven el desarrollo del razonamiento complejo, siendo una de las consecuencias que el lenguaje se vea limitado a entradas léxicas pobres organizadas en una secuencia sintáctica elemental.
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