El nombre de Erich von Stroheim ha caído en el olvido, sin embargo, para el espectador de cine en la década de los 30, el austriaco sería una presencia ineludible. Inconfundible en apariencia, alto, calvo, usando monóculo y siempre fumando con boquilla; su aura de patricio europeo le daba un misticismo que se conjugaba con su celo artístico, era un perfeccionista entre perfeccionistas.

Claro que, como tantas cosas en el cine, buena parte de su imagen se basaba en “efectos especiales”. Von Stroheim no era ningún aristócrata, sino descendiente de una humilde familia judía. Sin mayor formación escolar, en 1909, teniendo 14 años, decidió abordar un buque a los Estados Unidos, pues se negaba a cumplir con el servicio militar obligatorio. Había decidido crearse una nueva identidad, a su llegada empezó a hacerse llamar conde Erich Oswald Hans Carl Maria von Stroheim und Nordenwall, se atribuyó ser descendiente de los Habsburgo y ser egresado de la Academia Militar de Wiener Neustadt. No obstante, sus mentiras no le redituaron, pues el único empleo que pudo conseguir fue como comerciante viajero de textiles. No contaba con que la compañía para la que laboraba iba a quebrar de súbito, dejándolo varado en San Francisco con tan sólo una maleta llena de tela, sobreviviendo en una posada como mesero.

.
.

Un día se distrajo y derramó sopa sobre una adinerada comensal, cuyo nombre era Margaret Knox; ella sería su esposa poco después. Si bien el matrimonio fue tormentoso y duró apenas dos años, fue Knox quien motivó a von Stroheim a probar suerte como actor de carácter. El éxito que obtuvo fue tal que se convirtió en allegado del legendario director D.W. Griffith, aprendiendo de él la importancia del cine como medio artístico.

El personaje que se había inventado se volvió un rol recurrente en distintas producciones y, al estallar la Primera Guerra Mundial, se convirtió en el villano alemán de mucha de la propaganda estadounidense. Sus apariciones serían publicitadas como “el hombre a quien amas odiar”.

En 1919 dirigió su primer filme, "Esposos ciegos", la historia de un siniestro militar germano que intenta seducir a una mujer infeliz, donde él mismo interpretó al antagonista. Fue una de las más exitosas óperas primas en la historia cinematográfica, hito que no sería superado hasta el debut de Orson Wells. El nivel de detalle, la profundidad psicológica de los personajes y la precisión de la edición demostraban su celo profesional.

En 1924, von Stroheim produjo su proyecto más ambicioso, "Avaricia", basada en la novela "McTeague", de Frank Norris. La pasión que sintió el director por el libro lo llevó a hacer una adaptación casi literal, llegando a una edición final de nueve horas. Quienes alcanzaron a ver esta versión afirmaron que se trataba de la mejor película de la historia; sin embargo, la Metro-Goldwyn-Mayer se horrorizó. "Avaricia" fue cortada y estrenada como una película de dos horas, mientras que el original fue destruido.

La carrera de Erich von Stroheim se mantuvo unos cuantos años más, pero su filosofía fílmica no podía mantenerse en un Hollywood permeado por la comercialización y la censura. Ya como una suerte de exiliado, haría apariciones ocasionales en filmes como "La gran ilusión" y "Sunset Boulevard", siendo apreciado por los cinéfilos más asiduos. Finalmente pasaría los últimos años de su vida en Francia, donde recibiría la condecoración de la Legión de Honor, poco antes de su muerte por cáncer en 1956.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS