Manuel Estrada Cabrera ocupó la presidencia interina de Guatemala en febrero de 1898. En aquel entonces, los chapines sufrían una profunda crisis económica derivada de la caída del precio del café y de una serie de malas administraciones. Las soluciones que Estrada Cabrera vislumbró fueron continuar con los antecedentes de represión, manteniendo la intolerancia hacia cualquier oposición, eliminando la libertad de prensa e, incluso, de la libre asociación. De hecho, la educación sufrió un grave retroceso, pues se militarizó con el establecimiento de clases de ordenanza.

Ante el barullo que Estrada Cabrera provocó, el exmandatario Manuel Lisandro Barillas decidió regresar a la contienda política; en respuesta, se le mantuvo en constante vigilancia. Ante la amenaza de ser detenido, Barillas se exilió en México, donde Porfirio Díaz lo recibió con el mayor apoyo posible.

Los siguientes años verán a Barillas dilapidar su fortuna e influencia. Mientras tanto, el caudillo oaxaqueño seguirá manteniendo tensas relaciones en su frontera con América Central. La razón de la animadversión radicaba en que Estrada Cabrera, al tener graves deudas con Inglaterra y desear la protección militar estadounidense, estrechó sus vínculos con el vecino del norte, al cual nuestro gobierno había desestimado como su socio principal y, en cambio, había favorecido los negocios con el país europeo.

La situación del ejecutivo guatemalteco también era delicada con otros líderes de la región, en particular con el de Nicaragua y El Salvador. La tensión con este último escaló a tal grado que en enero de 1903 se desató la llamada “guerra del Totoposte”, cuando los salvadoreños movilizaron tropas hacia Guatemala. Barillas fue llamado para liderar una pequeña fuerza de migrantes en México que apoyara a los invasores. Díaz auspició la iniciativa; sin embargo, Estrada Cabrera reclutó a quince mil hombres en la fronteriza ciudad de El Carmen y frustró sus intenciones.

El otrora presidente regresó a Tapachula y siguió conspirando. La prensa internacional comenzaba a verlo como el líder moral de la rebelión: “Varios pasajeros que recién arribaron a suelo mexicano en el vapor «Limantour» anunciaron que una revolución encabezada por el expresidente Barillas es inminente”, apuntó “The Mexican Herald”, a principios de 1904. Meses después, se le vio en San Francisco, donde obtuvo armas, municiones y hasta el crucero “Empire City”, para el próximo golpe.

Con esos capitales, al año siguiente, Barillas y sus aliados planearon otra invasión; no obstante, su liderazgo castrense fue deplorable y apenas un mes después la incursión fracasó de nuevo y el cabecilla regresó a la capital mexicana, derrotado y quebrado.

Barillas permaneció escondido y en espera de nuevas noticias hasta el 7 de abril de 1907, a las 7 de la noche, cuando un sicario lo acribilló mientras se dirigía a su domicilio, ubicado en

el número 11 de la 1ª calle del Relox. Los números jugarán en su contra para que la prensa lo apodara de forma lastimera: “El hombre de los trágicos sietes”.

“La Patria” denunciará el suceso el día 11 de abril: “México, que por fortuna no cuenta en los anales de su historia política con el horrendo asesinato oficial, ha presenciado en esta vez, lleno de horror y de santa indignación, el llevado a cabo en la persona de un ilustre hijo de Guatemala por un coterráneo de la víctima. La protesta que se levanta en contra de tal villanía es universal”.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS