Después de la reforma del 3 de octubre de 2008 al Código Civil para la Ciudad de México que, entre otras cosas, suprimió que el divorcio sólo pudiera ocurrir cuando ambos cónyuges estuvieran de acuerdo o, si uno no lo estaba, el otro tuviere una causa legítima para solicitarlo, el número de estos juicios aumentó exponencialmente: tan solo en cinco años, el incremento fue de 37.2%.

Derivado de una iniciativa del jefe de gobierno del 4 de diciembre de 2013, en la que se reconoció que “el matrimonio sigue siendo una institución fundamental en nuestra sociedad”, pero que “la complejidad de la vida moderna, por una parte, y el desconocimiento de los futuros contrayentes sobre aspectos importantes sobre el matrimonio y la vida en pareja ha tenido, entre otras consecuencias, (su) debilitamiento (…) porque los cónyuges ven frustradas sus expectativas o no encuentran satisfechas sus demandas de realización personal”, la Asamblea Legislativa aprobó una serie de reformas en materia familiar con el fin de que los contrayentes contaran con mayores elementos de juicio sobre esta institución.

En consecuencia, se estableció como obligación previa el tomar cursos prenupciales impartidos por personal del Registro Civil sobre temas como la prevención de la violencia familiar, salud sexual y reproductiva, planificación familiar, el respeto a la equidad de género, relaciones de pareja, fines del matrimonio, derechos y obligaciones, régimen patrimonial en las capitulaciones patrimoniales, entre otros aspectos.

A más de nueve años de estas reformas, parece que las buenas intenciones del legislador no surtieron efecto. Tal como lo demuestran los resultados de las estadísticas del INEGI a corte 2020 sobre este estado civil, el matrimonio se está transformando en algo distinto. De dicha encuesta es destacable lo siguiente.

Por lo que se refiere a matrimonio:

1. El número de enlaces sigue decreciendo. En 2019 fueron 447,976. En 2020, 335,563.

2. La edad promedio al casarse es de 33.2 años para los hombres y 30.3 para las mujeres.

3. A nivel nacional, la menor tasa de nuevas uniones por cada 1000 habitantes de 18 años o más se registró en la capital, con 1.7.

4. Respecto a la condición de la actividad económica, 93.1% de los hombres declaró estar trabajando al momento de contraer matrimonio, mientras que la proporción de las mujeres que presentan esta condición es de 49.1%. La principal posición en el trabajo de los contrayentes es la de empleado, con un total de 197,834 (63.4%) para los hombres y 125,434 (76.1%) para las mujeres.

Por lo que se refiere al divorcio:

1. En ese año se registraron 92,739; 42% menos que los registrados en 2019, 8,719 fueron resueltos por la vía administrativa y 84,020 por la judicial.

2. Sus principales causas a nivel nacional fueron el divorcio por voluntad de una sola de las partes, con 66.2%, seguido por el mutuo consentimiento con 32.4%.

3. En el país las mujeres se divorcian ligeramente más jóvenes, ya que su edad promedio es de 39.1, mientras que para los hombres es de 41.6 años.

4. En cuanto a su condición de actividad económica, 70.2% de los hombres declaró que trabajaba al momento del divorcio, mientras que, en las mujeres fue de 50.4%.

Si a todo este cambio cultural le sumamos absurdas resoluciones del Poder Judicial que tildan de discriminatorio el que el matrimonio se limite a dos personas y abren el camino al “poliamor”, es un hecho que la familia tradicional está en franco periodo de extinción.

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