El domingo pasado se llevó a cabo el proceso electoral en el Estado de México. Si algo se ha confirmado es la preocupante tendencia de las encuestadoras a dar predicciones cada vez más inexactas. Previo a los comicios, el ancho de las consultas hablaba de una delantera de dos dígitos para la candidata de la coalición “Juntos hacemos historia”, cuando el resultado preliminar es de un 8%. Parece que el pronóstico de una ventaja imposible de rebasar desalentó las expectativas de una parte importante del electorado; es pertinente preguntarse si esto, más allá de un error metodológico, responde a intereses particulares. En todo caso, es apropiado decir que una de las grandes perdedoras, fueron las encuestadoras.
Podríamos ampliar el cuestionamiento y preguntarnos por la veracidad de los diagnósticos que emiten estas empresas sobre la alta popularidad presidencial.
Comparando los resultados de las elecciones municipales de 2021, hay un detalle digno de analizarse. Los partidos ahora pertenecientes al frente opositor han mantenido un porcentaje de votos similar desde su última contienda, con una diferencia a la baja de dos puntos, mientras que MORENA y sus actuales aliados ganaron más de 10. Obviando el hecho de que esta fue una evidente elección de Estado —¿en serio no hay nada que impugnar?—, es casi insólito que un electorado cambie de preferencias en un periodo tan corto. ¿De dónde salió este renovado apoyo al oficialismo? Algunos puntos pueden explicarse con la desaparición de un conjunto de partidos satélite, sin embargo, pareciera que el resto manaron del actor opositor que decidió no presentarse: Movimiento Ciudadano.
La supuesta alianza entre el PRI y MORENA para repartirse el botín político de estas elecciones fue el argumento para que el partido de Dante Delgado no se presentara. Como bien señaló Mario Maldonado, esta supuesta dignidad embelesaba el hecho de que su candidato más fuerte, Juan Zepeda, no aseguraba más de 10 puntos. La jugada tuvo un claro beneficiario; basta ver los números de la región oriente, particularmente en Ciudad Nezahualcóyotl, donde Zepeda mantiene su influencia: en su ausencia, Delfina Gómez tuvo una victoria pronunciada. No sería la primera vez que el partido naranja se acopla a la agenda morenista, las gestiones de su dirigencia llevan tiempo siendo afines a los actores en el poder.
Haciendo el balance de la derrota, escucho con interés las críticas a la designación de Alejandra del Moral como candidata. Comparto el cuestionamiento, no tanto a partir del papel ejercido por la exalcaldesa, el cual creo que fue digno en las condiciones en las que se desenvolvió, no obstante, era bien sabido que los inconfesables intereses del gobernador Alfredo del Mazo lo iban a mantener alejado de la contienda, amén de la profunda ruptura por la que pasa su partido. Siendo esto así, ¿por qué permitir que fuera él quien designara a la candidata? Una candidatura ciudadana, libre de la influencia del inoperante mandatario mexiquense, hubiera gozado de mayor libertad para realizar una campaña frontal de confrontación, cosa que no sucedió con Del Moral. Otra derrota simbólica: en Atlacomulco, el supuesto bastión del Revolucionario Institucional, ganó el oficialismo por un margen de dos dígitos.
Se habla mucho del fin de la hegemonía del PRI con esta elección, pero la historia nos dice que desde el mandato del porfirista José Vicente Villada, el territorio siempre ha sido gobernado por personajes afines al Presidente. El Estado de México sigue en espera de una verdadera alternancia.