La carrera diplomática de Yves Mas lo condujo por distintos lugares, hasta que en 1960, se estableció junto con Marie José en la India:

“Todos los encantos de Berna se habían agotado […]. Un puesto de primer secretario estaba disponible en Nueva Delhi [y] fui designado allí. […] ¿Cómo pasar del país más ordenado del mundo al más desorganizado? Toma seis meses de adaptación, y si se sobrevive, entonces uno está listo para sumergirse en aguas desconocidas y milagrosas. Primero se tiene que admitir que nada funciona. […] Es impresionante la variedad de enchufes e interruptores que pueden utilizarse, pero de los veinte o treinta que hay en el tablero, tendría mucha suerte si se hallan uno o dos que funcionen sin electrocutarte”.

Ángel Gilberto Adame (viñeta)
Ángel Gilberto Adame (viñeta)

En esa época, la disputa por tierras himalayas había provocado que la India entrara en conflicto con China, lo cual a su vez complicó su relación con Francia; sin embargo, durante el transcurso de la década, los galos serían uno de sus principales interlocutores en el panorama internacional. Poco después, incluso, Francia levantaría el embargo a la venta de armas impuesto en el contexto del conflicto indo-paquistaní, y su neutralidad en el mismo sería visto con simpatía por Indira Gandhi.

Para el año 1962, mientras que su matrimonio con Mas iba deteriorándose, Marie José conoció al recién llegado embajador de México: Octavio Paz, quien se hospedaba en el Hotel Ashok en Niti Marg. El encuentro con Tramini fue en “un atardecer magnético” en el barrio de Sunder Nagar (que traducido del hindi significa “ciudad bonita”), una zona residencial de lujo en el centro de Nueva Delhi, allí se encuentra el Parque Zoológico Nacional, la Tumba de Humayun y el Fuerte Rojo; dicha ciudad está ubicada en la carretera de Mathura, al sur de Purana Qila.

Este es el testimonio de María José sobre ese primer encuentro:

“Era la hora del ‘garden party’, esa hora luminosa, dorada de la tarde india, que transforma todos los objetos, transfigura a la gente y hace tangible el instante. Los perfumes suben de los jardines y flotan mucho tiempo en el aire que los pericos (‘ráfagas turquesas’: O.P.) rayan continuamente. Muchos saris encendían aún más la atmósfera. Yo estaba conversando con amigos en un rincón de la terraza y de repente surgió Octavio y se presentó él mismo. Recuerdo haberme fijado en su traje blanco de ‘sharkskin’ y en su corbata un tanto extravagante, azul morada. En cambio, no recuerdo cómo estaba vestida yo. Solamente recuerdo que tenía pulseras de jazmín porque Octavio me lo hizo notar y cuando le dije que había comprado esas guirnaldas en Connaught Place a un pequeño leproso que vivía de esa chambita, se sorprendió, no sé si de horror o de admiración. Total, que siguió muy animada la conversación, Octavio, sin duda, era una presencia poco común en esa fiesta. Más adelante nos vimos con frecuencia en muchas reuniones donde solía acudir el cuerpo diplomático y muchos artistas e intelectuales. Siempre algo nos atraía inevitablemente. En esa época yo leía a Balzac, y recuerdo que cuando le hablé de una ‘nouvelle’, ‘Modeste

Mignon’, me sorprendió que la conociese con tanto detalle. En esos tiempos hablábamos en francés. A pesar de que yo había estudiado el español, no me atrevía a hablarlo”.

Es probable que el embajador Paz visitara a Marie José en el club local de tenis donde ella practicaba, con la ventaja de que el deporte blanco no era desconocido para el autor. En ese sitio, se consiguió que la delegación mexicana de la Copa Davis de 1962 pudiera entrenar.

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