En el sexenio que terminó, el "Discurso de la servidumbre voluntaria", obra póstuma de Étienne de La Boétie (1530-1563), estuvo presente en la conversación pública como una manera de interpretar el fenómeno que se vivía, lo cual generó polémica entre críticos y simpatizantes.

En lo particular, me parece importante la postura del filósofo francés sobre si es posible mantener una verdadera amistad con quien detenta el poder —tema que también ha causado controversia—, por lo menos en los términos en que la entendía Cicerón, considerándola como el bien más valioso después de la sabiduría y caracterizándola como “un sentimiento claro, desinteresado, que no nace de la búsqueda de lo útil, sino de una inclinación natural que une a las personas, una actividad que se hace noble cuando se extiende a la esfera pública”.

Para De La Boétie, esta camaradería no es posible dado que la bondad del mandatario nunca es segura, ya que puede ser cruel siempre que así lo quiera. De esta manera se pregunta “¿qué amistad puede esperarse de aquel que tiene el corazón lo bastante duro como para odiar a todo un reino que se limita a obedecerle?”.

“El tirano nunca ama ni es amado”, sentencia el autor. “La amistad es una palabra sagrada, algo santo. Sólo existe entre personas de bien. Nace de una mutua estima y se mantiene mucho más por la honestidad que por las ventajas obtenidas con ella. Un amigo está seguro de otro porque conoce su integridad, su buen natural, su lealtad, su constancia. Donde hay crueldad, deslealtad e injusticia no puede haber amistad. Si se juntan los malvados, lo que se forma es un complot, no una sociedad. No se aman, pero se temen”.

Lo único que es capaz de tener el dictador que prefigura De La Boétie, “son cinco o seis a los que escucha, llegados hasta él por su propia voluntad o porque han sido llamados para hacerlos cómplices de sus crueldades, los compañeros de sus placeres, los rufianes de sus voluptuosidades y los beneficiarios de sus rapiñas”. Estos pocos hombres “moldean tan bien a su jefe que la maldad de éste hacia la sociedad ya no es sólo la suya propia, sino también la de los suyos”.

Sin embargo, sus compinches nunca están seguros, “porque ellos mismos le han enseñado que es omnipotente, que ningún derecho o deber le obliga, que no tiene que dar más razón que su voluntad, que nadie es igual a él y que es el amo de todos”. Y si estos males no les suceden con el déspota en turno, de todos modos, les ocurrirán con su sucesor, pues “si es bueno, tendrán que rendir cuentas y someterse a la razón y, si es malo como su predecesor, habrá nuevos favoritos que, habitualmente, no se contentarán con quitarles sus puestos,  también querrán quitarles sus bienes y sus vidas”.

Las tesis que se apuntan no admiten excepciones, esto se debe a que “sería difícil encontrar en un tirano un amor seguro, ya que, al estar por encima de todos, sin que nadie sea su par, se encuentra más allá de los límites de la amistad, pues esta florece en la igualdad, en la que se marcha al compás. Por ese motivo, por ser todos pares y compañeros, existe una especie de buena fe entre los ladrones cuando se reparten el botín. Si no se aman al menos se temen. No quieren debilitar su fuerza desuniéndose”.

Concluye De La Boétie: “Aprendamos pues a actuar bien. Alcemos nuestros ojos hacia al cielo por nuestro honor o por honor a la verdad […]. Yo pienso, y creo no equivocarme que, dado que nada es más contrario a un Dios bueno y liberal que la tiranía, él reservará a los tiranos y a sus cómplices algún particular castigo en los infiernos”.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.


Google News

TEMAS RELACIONADOS