Justo en el punto donde convergen Sonora, Baja California, Arizona y California, radica el condado de Yuma, Arizona, frente a la ciudad de San Luis Río Colorado, en Sonora, con una población de unos 200 mil habitantes. En doce meses, de octubre del año pasado a septiembre de este año, han llegado aproximadamente 300 mil migrantes al condado de Yuma. A diferencia de otros puntos de cruce en la frontera México-Estados Unidos, aquí llegan muy pocos mexicanos y centroamericanos. Casi noventa por ciento de los migrantes son de otras partes de Las Américas, Europa, Asia y África.

Aquí conviven colombianos y cubanos, rusos e hindúes, brasileños y cameruneses, entre otras tantas nacionalidades que llegan. La gran mayoría arriba al aeropuerto de Mexicali en avión, provenientes de la Ciudad de México o de Cancún. Algunos han pasado por el Tapón del Darién en su ruta a la frontera, o por Nicaragua si son cubanos, pero otros han llegado de forma legal a México como turistas. Algunos vienen agotados y asustados después de un viaje difícil y peligroso, como los migrantes que aparecen en otros puntos de la frontera, pero aquí también hay muchos que parecen estar frescos y especialmente bien vestidos después de viajar en vuelos cómodos y con paquetes turísticos.

Del aeropuerto de Mexicali pasan a la frontera con Yuma en taxi o autobús, y los dejan ahí en el muro fronterizo, esperando hasta que un agente de la Patrulla Fronteriza los detenga, para luego pasar uno o dos días en custodia de las autoridades estadounidenses. Pero al final de ese periodo, la gran mayoría se encontrarán libres y listos para seguir su viaje a su destino final en los Estados Unidos, donde tienen familiares o amigos esperándolos.

Frente al gran número de personas llegando a la frontera, el gobierno de Estados Unidos hace poco para regresar a muchos migrantes a sus países de origen, como en otros tiempos, ni tampoco intenta indagar si tienen necesidades de protección. Sin duda, los mexicanos, guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, que siguen siendo la mayoría de migrantes, normalmente sí son regresados a México, bajo una medida sanitaria conocida como Título 42 (con la excepción de algunos niños y familias). Desde la semana pasada, los venezolanos también corrieron la misma suerte, y hay historias tristes de los que pasaron el Darién para encontrarse con la realidad de no poder avanzar.

Pero muchos migrantes de otras nacionalidades no son sujetos ni a ser ni expulsados a México ni a ser deportados a su país en estos momentos, ya que el sistema de asilo está colapsado y los controles fronterizos sobrepasados. Y por azares del destino (o quizás por decisiones de los traficantes), un gran número de estos siguen la ruta a través de Yuma, esta pequeña esquina de la frontera.

La frontera entre México y Estados Unidos vive un periodo de confusión de políticas, con diferentes medidas aplicadas a diferentes grupos nacionales y sociales. Una familia hondureña que huye de la Mara puede ser regresada a México bajo Título 42, pero un colombiano o un ruso de clase media que compró un paquete turístico a Cancún puede despistar a las autoridades y entrar de forma relativamente fácil a México y luego a los Estados Unidos.

Hay que reconocer que se dieron dos pasos importantes en el manejo migratorio la semana pasada, con el anuncio de mayores visas estadounidenses temporales, tanto para mexicanos como para centroamericanos, además de un nuevo sistema para la migración legal desde Venezuela. Ambos fueron producto de la negociación entre los gobiernos de México y Estados Unidos para generar canales legales de movilidad y estos son esfuerzos que podrían rendir frutos a largo plazo para generar mayores opciones de migración legal.

Pero en un momento en que la llegada de migrantes a la frontera es tan masiva y de tantos lugares del planeta, estas medidas a veces parecen ser nada más que parches frente a un movimiento humano constante en búsqueda de mejores opciones de vida.

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Presidente del Instituto de Políticas Migratorias.
@seleeandrew