Estamos a escasos 11 días de las elecciones en Estados Unidos. El gobierno mexicano ha sido muy correcto en no meterse de ninguna forma en la política interna del país, así como el gobierno de EU se quedó al margen de las elecciones mexicanas en 2018. Entre vecinos, es mejor no opinar sobre lo que pasa dentro de la casa del otro, sino mejor discutir temas que tienen que ver con los espacios comunes.
A final de cuentas, México puede sobrevivir cualquier resultado en el país vecino. Ya aprendieron el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno a convivir con el presidente Donald Trump. Sí, Trump ofende a los mexicanos de vez en cuando, ha forzado miles de migrantes de otros países a vivir en territorio mexicano en una situación deplorable, está construyendo un muro en la frontera y a veces ha amenazado con imponer aranceles y otros castigos al gobierno mexicano, pero estas medidas no han afectado a la gran mayoría de los mexicanos directamente. Indirectamente quizás, pero no directamente.
¿Pero que tal si gana Joe Biden, el contrincante que va arriba en las encuestas? ¿Habrá cambios reales en la política entre vecinos?
Si gana Biden su primera responsabilidad sería atender el caos económico y sanitario que ha generado el Covid-19. Si logra componer la economía estadounidense, eso tendría un efecto positivo enorme en la economía mexicana —por lo entrelazadas de las dos economías— pero no hay forma de saber si lo puede lograr (ni si Trump lo puede lograr si gana). Esto es una incógnita.
Donde seguramente habría decisiones importantes para México es respecto a los indocumentados y dreamers viviendo en el país vecino. Por lo menos, con Biden habría seguridad de que no se termina el programa DACA que protege a los soñadores, y quizás habría una solución legislativa para ellos y algunos otros indocumentados mexicanos, si se logra un consenso entre demócratas y algunos republicanos en el Congreso. Y seguramente habría un regreso a menos discreción en el control migratorio interno, como fue el caso en los últimos tres años de la administración Obama, que permitiría a los indocumentados vivir sus vidas sin temor a ser deportados si no cometen delitos mayores.
También sospecho que habría un trato más digno con México en las declaraciones públicas y la atención prestada desde la Casa Blanca. Hay que reconocer que hay muchos oficiales del gobierno de Trump, incluyendo al embajador estadounidense actual, que tratan con mucho respeto a México, pero eso no siempre ha sido el caso desde la presidencia del país vecino. Eso seguramente cambiaría, y se regresaría al tipo de discurso público sobre la importancia de la relación para ambos países y de colaborar en resolver problemas juntos.
Estos dos cambios —mejor trato a los mexicanos en EU y mejor discurso hacia México— no garantizan una mejor agenda política entre los dos países, porque seguirán muchos temas difíciles en la agenda, pero se abrirían posibilidades de colaboración que ahora no están en la mesa.
De todos modos, creo que el gobierno mexicano —y el pueblo mexicano— sabe sobrevivir a cualquiera de los dos escenarios que pudieran salir el 3 de noviembre, pero ambos quizás plantean diferentes posibilidades al futuro, y habría que aprovechar las oportunidades del cambio si se dan.
Presidente del Instituto de Políticas Migratorias (MPI). @SeleeAndrew