Se avecinan elecciones intermedias en Estados Unidos el martes próximo, con consecuencias importantes para el futuro del país y sus relaciones en el mundo, incluyendo a México. Estas elecciones podrían ser un parteaguas en la vida política del país y una señal del futuro —o puede resultar ser algo mucho menos contundente y mucho más mixto en sus implicaciones. Hasta ahora sólo conocemos los pronósticos y las encuestas, pero el martes conoceremos el veredicto de los votantes.

Lo que está en juego es la conformación del Congreso y algunos gobernadores estatales. Casi todos los pronósticos indican una victoria de los republicanos en la Cámara de Representantes (ahora en mano de los demócratas, pero por poco), pero hay menos claridad de las tendencias en el Senado (dividido ahora 50/50), donde la tercera parte de los escaños se renuevan.

En la Cámara, si bien los demócratas quieren ganar (contra toda esperanza), si pierden podría ser mejor que pierdan por más de unos pocos escaños. Parece contraintuitivo, pero hay un grupo de 10 a 20 republicanos muy leales al expresidente Trump (y a la parte del partido que más vive de las teorías de conspiración), quienes tendrán mucha influencia en el Congreso si los republicanos tienen un margen estrecho y el líder del partido en la Cámara tiene que depender de sus votos para todo. Con un margen más holgado, los líderes republicanos en el Congreso tendrían un poco más independencia frente a Trump.

En el Senado, las encuestas indican las posibilidades de otro empate entre partidos (que sería el mejor resultado para los demócratas), pero hay indicios de que están soplando vientos favorables para los republicanos con la inflación y la incertidumbre económica, y que podrían llevar a más de sus candidatos a la victoria. Si ganan holgadamente los republicanos en el Senado, no sólo tendrán ambas cámaras del Congreso, sino probablemente entrarán dos o tres figuras muy personalmente cercanas a Trump, que le darían una influencia más directa en el Senado.

¿Qué consecuencias tendría esto para el futuro? Para empezar, el presidente Biden ya aceptó que no tendrá campo de acción en el Congreso en los próximos dos años. Obtuvo varias victorias legislativas durante el último año, y su plan es usar esos logros para gobernar durante los próximos dos con el poder que tiene el Ejecutivo.

Pero tendrá que negociar todo lo que concierna al presupuesto con un Congreso Republicano, que sí le marcarían algunos límites. Además, si tienen influencia los legisladores más afines a Trump, es muy probable que haya una serie de intentos de obstaculizar su gobierno durante los próximos dos años, incluyendo múltiples investigaciones que buscan complicarle la agenda al presidente (si bien con pocas posibilidades de llevar a resultados reales).

Sospecho que habrá jaloneos importantes en algunos temas de política exterior, incluyendo el nivel de apoyo para el gobierno ucraniano en la guerra con Rusia, y en políticas fronterizas, que afectarían a México. A final de cuentas, el presidente tiene la batuta en temas de política exterior, migración y de fronteras, pero el Congreso también tiene poder, sobre todo por su rol en formular los presupuestos, que le permite a los congresistas forzar negociaciones en muchos temas. Con una victoria republicana, el presidente Biden seguiría al mando del gobierno, pero un poco más acotado que antes.

Pero en las elecciones puede haber sorpresas. Y cada estado es un mundo diferente, con ritmos, temas y política local. Estas elecciones pueden ser un parteaguas que anuncie el resurgimiento de los republicanos y el regreso de Trump, pero también puede ser algo mucho más ambiguo, que los escaños se determinen más bien por condiciones específicas en cada estado, con menos lecciones políticas para el futuro.

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Presidente del Instituto de Políticas Migratorias.
@seleeandrew