En un país de más de 300 millones de habitantes, no fueron pocos los que quedaron sorprendidos y decepcionados por la pobre calidad del debate entre los dos hombres que aspiran a ser el mandatario de Estados Unidos. Uno inventaba historias y prevaricaba, mientras el otro parecía un anciano poco energético y a veces poco coherente. Uno era detestable mientras el otro daba lástima. Y ni uno ni el otro parecía digno de ocupar el puesto más importante del país, más influyente del mundo.
Al iniciar el debate, el presidente Joe Biden sólo tenía que mostrar que tenía energía e ideas claras, no ser elocuente ni inspirador, pero ni a esa barra baja llegó. Parecía cansado y apagado, y en momentos perdía el hilo de sus pensamientos. El resultado fue desastroso para su candidatura. Muchos líderes y donantes demócratas inmediatamente empezaron a buscar las posibilidades de reemplazarlo con otro candidato más joven. En realidad, no es tan fácil lograr un cambio de candidato a estas alturas —es legalmente posible pero políticamente muy complicado— pero estas dudas sobre su capacidad mental y físico van a empezar a carcomer sus posibilidades de ganar.
Mientras tanto, la participación del expresidente Donald Trump en el debate también fue lamentable y sus intervenciones llenas de declaraciones claramente falsas. Pero ante un contrincante tan debilitado, Trump fue el ganador claro (...) La inercia de estas elecciones ya está del lado de Trump, y Biden, si sigue de candidato, necesitará de mucha ayuda, suerte e innovación para ser competitivo.