Por años creímos que los poderes del presidente en Estados Unidos eran limitados frente al Congreso. A final de cuentas los fundadores de la patria hicieron el Capitolio, donde reside el Congreso, más grande que La Casa Blanca, para mostrar quién tenía más poder.
En cambio, los poderes del presidente mexicano parecían enormes en el siglo XX, ya ponían y quitaban a los gobernadores a su antojo distribuían los bienes de la patria a su discreción.
Pero el presidencialismo mexicano resultó ser una quimera en cuanto el partido dominante perdió su control en 1997, y los presidentes mexicanos que vinieron en el lapso después (Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón) convivieron con Congresos divididos que limitaban su poder. Ni el presidente Enrique Peña Nieto, quien tenía cierto control en el Congreso, pudo restaurar el presidencialismo, quizás por su falta de estrategia clara y su creciente descrédito público.
Ahora con el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha ido reconstruyendo una figura presidencial fuerte, pero esta vez basada en la aprobación popular mayoritaria, el control del Congreso y la debilidad de los partidos de oposición. Algunos se preocupan por la falta de contrapesos, no sin razón, pero otros argumentan que se necesita un presidente fuerte para contrarrestar la fragmentación política que se vivió en las últimas dos décadas.
En EU, el presidencialismo ha ido creciendo también, aunque las razones son muy diferentes. La incapacidad de acción del Congreso, que está cada vez más polarizado, ha llevado los últimos dos mandatarios, Barack Obama y Donald Trump, a experimentar cada vez más con decisiones ejecutivas, y en general, los tribunales los han apoyado en sus decisiones. Trump, en particular, no tiene a su favor ni el Congreso ni la opinión pública mayoritaria, pero ha ido descubriendo que tiene mucho margen para tomar decisiones.
Y no hay tema en que hay más discreción presidencial que en materia migratoria, el tema que es además de mayor interés para Trump. Dos académicos legalistas, Adam Cox y Cristina Rodriguez acaban de publicar un libro aleccionador, The President and Immigration Law (El Presidente y la Ley Migratoria), que muestra lo ancho del poder presidencial en materia migratoria, que una vez se consideraba terreno del legislativo. Eso lo ha usado Trump para implementar una agenda migratoria agresiva en los últimos cuatro años, cada vez con más éxito según fue descubriendo los márgenes específicos que le da la ley para ejercer sus decisiones sin que hayan contrapesos.
Las raíces del poder presidencial son diferentes en cada país. En México, la figura del presidente no es tan fuerte, algo que descubrimos con la caída del viejo sistema, pero el presidente actual lo es por su capacidad y el contexto político. En cambio, el presidente en EU resulta tener más poder de lo que pensábamos, aunque no cuenta con popularidad ni apoyo legislativo.
Habrá que ver si los mandatarios usan esos poderes para el bien de sus sociedades o no, y los votantes tendrán el juicio final sobre esto.
Presidente del Instituto de Políticas Migratorias (MPI). @SeleeAndrew