El miércoles de esta semana, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, en un tuit, expresó su preocupación por el número de periodistas que han sido asesinados en México y que están bajo amenaza. No mencionó al presidente Andrés Manuel López Obrador, pero por algo el presidente López Obrador se sintió aludido y respondió con furia frente a este tuit. Como consecuencia, el canciller mexicano envió una carta de protesta al secretario Blinken, notando que el gobierno mexicano sólo tenía que dar cuentas a los ciudadanos mexicanos en este tema.

Para empezar, dudo que Blinken haya prestado mucha atención a la carta todavía, porque está lidiando con la agresión de Rusia contra Ucrania, que empezó ayer con un bombardeo de las ciudades principales de ese país. Esto tendrá consecuencias en todo el mundo, y no menos en México, donde se puede prever un alza en los precios de combustible (bien para el erario público, pero mal para los mexicanos), así como mayor inflación en general. Y es probable que haya un golpe al crecimiento en Estados Unidos, que va a rebotar en el crecimiento en México a lo largo del año, puesto que estos mercados están profundamente integrados.

El ataque a Ucrania augura un parteaguas en la historia global, con un regreso al conflicto armado internacional como una realidad abierta, y acaba con un orden global ya precario con un solo golpe mortal. No sabemos que estará del otro lado de este abismo, pero en los próximos días y semanas y meses quizás vamos a saber más (y temo que no será nada agradable para la estabilidad mundial).

Así que esa carta probablemente está en el escritorio de Blinken, sin mucha atención prestada aún, y quizás quede ahí unos días más, pero hay un tema de fondo que habría que explorar. Como he escrito en otros momentos, en una relación tan cercana, íntima y entrelazada como la que une a México y Estados Unidos (para bien y a veces para mal), no hay forma de evitar comentar sobre asuntos en otro país, aunque se haga con mucho cuidado.

Hace unas semanas, en noviembre, el presidente López Obrador dijo que iba a exhibir a los congresistas que no votaran a favor de una reforma migratoria en Estados Unidos y, si fueran todos de un partido, a reclamarlo. No hay nada mal de eso —una reforma migratoria en Estados Unidos afectaría a muchos mexicanos (aunque no solamente a mexicanos), y creo que el presidente mexicano tiene derecho a inmiscuirse en el asunto. Aunque dijo que lo iba a señalar “de forma respetuosa”, de todos modos se estaba metiendo en terreno del gobierno de Estados Unidos. ¡Y qué bien! Es un tema que afecta a México, si bien es interno al debate político en Estados Unidos también.

Ahora sí llegamos al tuit del secretario Blinken, que si bien no dijo nada del gobierno mexicano, tocó un tema que afecta a los periodistas en México. Hay que notar que la violencia y las amenazas afectan mayormente a periodistas mexicanos, pero también a muchos periodistas extranjeros en México, incluyendo muchos de nacionalidad estadounidense que han recibido amenazas en los años recientes. Es decir, Blinken se metió, también con mucho cuidado, en un tema de la agenda mexicana, pero que afecta a ciudadanos de los Estados Unidos. ¡Y qué bien!

Así va a ser esta relación tan íntima e íntimamente complicada entre vecinos, nos guste o no. Los dos gobiernos se cuidan de no criticar al otro abiertamente en temas de la agenda política del otro país, pero cuando un tema afecta al interés del otro país y sus ciudadanos, es natural que lo comenten, aunque sea con cierto cuidado.

Y si bien no tenemos que rendirnos cuentas el uno al otro en nada que no sea puramente acordado en lo bilateral, no debemos sorprendernos que los intereses de un país no terminan exactamente en la frontera cuando hay tantos ciudadanos de cada país al otro lado de la línea fronteriza.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias.
@SeleeAndrew