Tan reciente como hace una semana, yo dudaba de si algo había de novedoso en la frontera entre México y Estados Unidos. Al final de todo, ha habido varios momentos notables de movimientos migratorios en la frontera en recientes años, en 2014, 2016, 2019 y ahora 2021, y eso sólo en la era de las migraciones centroamericanas. En años anteriores, sobre todo en el periodo de 1995 a 2006, había movimientos aún más nutridos en la frontera común, pero mayormente de migrantes mexicanos.
Pero todo parece indicar que este año los movimientos irregulares en la frontera van a rebasar todos los demás años desde 2006 (más no los de antes de esa fecha), y con una afluencia que ya no logran controlar los gobiernos por más que quisieran. Al principio, era una migración más de menores no acompañados y de adultos, no de familias. La administración Biden decidió aceptar a los menores, que generó incentivos para que vinieran más (aunque también fue la política que existía antes de marzo de 2020). Y los adultos eran (y siguen siendo) regresados al lado mexicano de la frontera en pocas horas, pero hay muchos que intentan varias veces hasta lograr entrar o cansarse del intento.
Lo que ha cambiado ahora es que, al parecer, hay más familias llegando a la frontera, sobre todo por medio de Tamaulipas, y han rebasado la capacidad de los gobiernos de México y Estados Unidos para procesarlos. Como resultado, muchas de las familias centroamericanas están siendo procesadas y se quedan en Estados Unidos, generando mayores incentivos para que otras familias intenten llegar a la frontera y cruzar. Es probable que estos números suban aún más en las próximas semanas.
Por un lado, hay un sentido de crisis en los gobiernos por controlar este aumento en migrantes irregulares que están en vía a la frontera, y tanto el gobierno mexicano como el estadounidense han anunciado medidas para tratar de frenar este flujo. Por otro lado, el hecho que ha habido aumentos repentinos de migración irregular en la frontera cada dos o tres años desde 2014 sugiere que la crisis no es realmente una crisis fronteriza, sino una crisis regional mucho más amplia. La pobreza persistente, la corrupción y la violencia de pandillas, políticos y narcos han generado importantes razones por las cuales los centroamericanos quieren huir de sus comunidades.
Es muy posible que se logre controlar la crisis fronteriza del momento, pero es mucho más difícil atender la crisis de fondo en Centroamérica. Mucho de ese trabajo tendrá que ser a largo plazo, y dependerá de cambios en quienes gobiernan y que organizaciones inciden en la política pública. Y mientras tanto, habrá que generar canales legales de migración, tanto por medio de visas de trabajo y de sistemas de protección, para abatir las presiones para migrar de forma irregular.
Esto es, por supuesto, un tema apremiante para el gobierno de Estados Unidos, pero también lo es para el gobierno mexicano, que cada vez más enfrenta un problema real en los municipios de la frontera norte y en la relación con el vecino del norte. Todo parece indicar que la migración será uno de los temas más notables del año aunque tanto Joe Biden como Andrés Manuel López Obrador quisieran estar más enfocados en otros temas.
Twitter: @seleeandrew