México es uno de los tres países grandes de las Américas, junto con Brasil y Estados Unidos, si de población se trata, y uno de los cuatros grandes, si hablamos de economías, porque ahí entra Canadá también. Sin embargo, en el plano internacional, el gobierno mexicano es el único que incide muy poco en temas globales o regionales. Y esto no es cuestión de esta administración, sino ha sido una realidad constante con gobiernos de distintos perfiles y afiliaciones partidistas.

Eso no quiere decir que México no participa nada en temas internacionales. Mantiene relaciones activas con los vecinos al norte y sur, participa en muchos organismos internacionales y hasta es integrante, en estos momentos, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin embargo, frente a otros países de un tamaño poblacional y económico similar, el gobierno mexicano ha sido muy renuente a meterse en temas regionales o globales.

La historia de esta postura es entendible. A México le tocó vivir al lado de un país más desarrollado y extremadamente intervencionista, así que enfatizar la soberanía, la autonomía de los pueblos y la no intervención era una estrategia sensata (aunque no siempre suficiente) para defenderse contra los embates del gobierno de Estados Unidos en el siglo XIX y gran parte del siglo XX. Luego vino un periodo de acercamiento con el gobierno de Estados Unidos, con el Tratado de Libre Comercio, y no meterse en temas globales era una forma de marcar cierta distancia sana todavía de EU y al mismo tiempo no pelearse con el país vecino en temas en que los dos podrían discrepar.

Pero queda cada vez menos claro si esta estrategia de no inmiscuirse en temas globales sigue rindiendo frutos, pues tiene unas desventajas muy claras. México es pocas veces tomado en cuenta en foros globales como un actor importante, y mucho menos de lo que debería ser por su peso en la economía global y regional. Y sospecho que hasta con el país vecino, el gobierno mexicano es más vulnerable por no tener otros temas que tratar más allá de la relación bilateral. Cuando se reúnen líderes canadienses y estadounidenses, casi la mitad de la agenda es de temas globales, lo cual permite una agenda diversa en un tablero grande, con una negociación compleja, que beneficia al país menos poderoso, que de pronto tiene más fichas que negociar. Mientras tanto, cuando hablan lideres de México y Estados Unidos, la agenda es casi todo bilateral o de la región inmediata (que incluye a Centroamérica).

No creo que el gobierno mexicano deba enarbolar una agenda demasiado ambiciosa en temas globales, que van más allá de sus intereses reales, pero no está de más decidir si hay dos o tres temas en los que pueda incidir a nivel regional y global en los que muestre un liderazgo único. En el pasado, México sí influyó en temas como la paz en Centroamérica y el calentamiento global. La pregunta realmente es si hay dos o tres temas ahora en que el gobierno mexicano tenga un interés real y que puedan dar presencia y liderazgo a nivel regional o global.

Eso no es una cuestión meramente de imagen, sino también de estrategia en un mundo complejo, en que la influencia de los países muchas veces determina su margen de maniobra en otros temas aún más centrales para el bienestar de sus ciudadanos. Y con vecinos complicados, siempre es buenos tener fichas extras en el bolsillo para poder negociar.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias.
Twitter: @seleeandrew

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