Joe Biden dio su informe nacional sobre el “estado de la unión” el martes sin mencionar a los vecinos, México y Canadá. Fue de los mejores discursos que ha dado el presidente de los Estados Unidos —con más energía, claridad y enfoque que normalmente logra tener en sus intervenciones— pero el discurso de más de una hora casi ignoró el mundo fuera de las fronteras de los Estados Unidos, salvo algunas referencias (y esas breves) a Ucrania y China.

Eso no fue accidental. Fue un discurso que enfatizaba la clase media estadounidense, sobre todos los que se encuentran en situaciones de precariedad, y fue un discurso nacionalista y populista. Muchos analistas han dicho que fue, más que nada, el primer discurso de su campaña para la reelección, que va a centrarse en temas de recuperación económica y estabilidad de la clase media.

Pero es notable que Joe Biden, una vez el gran senador y vicepresidente internacionalista, experto en temas de política exterior, y unificador de la alianza en contra de la invasión rusa en Ucrania, se ha vuelto Joe Biden, el presidente nacionalista y populista, quien está defendiendo la clase media estadounidense contra un mundo hostil. Entre sus propuestas era un requisito que toda construcción apoyada con fondos federales bajo la nueva ley de infraestructura sea manufacturada en Estados Unidos, y todas sus propuestas iban encaminadas a una visión centrada en la autosuficiencia del país.

En la práctica, sigue en pie la integración económica entre México, Estados Unidos y Canadá, y los conflictos con China están trayendo empresas que antes tenía su manufactura en Asia hacia los tres países de América del Norte, y especialmente al norte de México. Los tres líderes de estos países acaban de reunirse para afirmar su alianza económica, y es probable que, a raíz de la geopolítica, estos lazos se intensifiquen en los próximos años, con ganancia especial de empleos en México.

Pero es notable que los presidentes de México, Estados Unidos y Canadá (especialmente los primeros dos) hablan muy poco de esta alianza frente a sus votantes y prefieren un discurso nacionalista que ignora la existencia de los vecinos. Vivimos en un momento con una intensificación de cooperación económica en los hechos y una desaparición de estos lazos en el discurso político.

Biden está siguiendo los pasos de Donald Trump, quien era un nacionalista a ultranza, aunque presenta una versión un poco más suavizada y matizada. Pero está leyendo el ánimo de los electores, que son escépticos del comercio exterior y de demasiadas influencias desde afuera. En la práctica, Biden no es tan nacionalista, pero ha aprendido a articular un discurso que toca esas fibras. Y no es tan distinto del discurso de Andrés Manuel López Obrador, otro nacionalista y populista, aunque uno que es un poco más convencido de lo que dice (si bien no ha querido minar la relación económica con los vecinos del norte tampoco).

Aunado a esto, casi todo el crecimiento poblacional y del mercado laboral en Estados Unidos de aquí al futuro vendrá gracias a la inmigración. Estados Unidos no puede existir en una burbuja que ignora al resto del mundo, y mucho menos a los vecinos. Pero el ánimo del pueblo no es para intrigas internacionales, así que los políticos tampoco buscan iluminar las conexiones internacionales que sustentan nuestras vidas, sino canalizar el deseo de autosuficiencia.

Todo esto no es fatal, sino sólo contradictorio. Seguirá habiendo inmigración en Estados Unidos, y los tres países de Norteamérica seguirán profundizando sus lazos económicos, más ahora que nunca ya que hay un impulso al nearshoring, es decir, a invertir en la vecindad para que la cadena de producción sea menos distante. Pero todo esto se hará con menos debate público mientras los políticos apelan a los instintos nacionalistas que están profundamente imbricados en nuestras sociedades.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias.
@seleeandrew


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