Llega hoy a México el plano mayor de seguridad del gobierno de los Estados Unidos, incluido el Secretario de Estado Anthony Blinken, el Procurador General Merrick Garland y el Secretario de Seguridad Interna, Alejandro Mayorkas, acompañados de otros oficiales. Se reunirán con sus contrapartes mexicanas durante el viernes para tratar de crear nuevos parámetros de la cooperación en seguridad, después de años de desgaste, desaciertos mutuos y desconfianza.
En primer lugar, hay que notar que es muy poco común que tres secretarios de gabinete de Estados Unidos viajen juntos a otro país. Es muestra de la importancia que México tiene en temas que afectan al país vecino, y que esto amerita una comitiva de tan alto nivel. Se ha dado antes en reuniones entre los dos países, si bien hace mucho, pero sería difícil de pensar en precedentes con otros países, quizás con la excepción de Canadá.
En segundo lugar, hay mucho que hablar. Hace poco el canciller mexicano Marcelo Ebrard declaró muerta la Iniciativa Mérida, como fue bautizada la cooperación en seguridad desde épocas del presidente Vicente Fox. Fue una muerte lenta, agonizante, de largo sufrimiento y muchos golpes repetidos tras los años, y hasta algunos tuvieron que recordar quién exactamente era el difunto, porque hace tanto nadie hacía referencia a él. La Iniciativa Mérida, si bien seguía en nombre, había dejado desde hace mucho de ser un marco real de cooperación entre los dos países.
Ahora sí, viene la pregunta de qué sigue. Si no es la Iniciativa Mérida, que fue construida para otro momento con la idea de dar un golpe frontal al crimen organizado en un momento en que éste parecía estar saliendo de control, ¿cuál es la propuesta de ahora?
Hay que reconocer que la iniciativa original tuvo sus aciertos. Logró que los dos gobiernos cooperaran en degradar las capacidades de algunos grupos delictivos, sobre todo Los Zetas y los Caballeros Templarios, que dejaron de existir como grupos unificados y terroríficos, pero no fue capaz de generar los pasos necesarios para hacer frente a los restos de estos grupos, aunque muchas veces más fragmentados, ni el surgimiento de nuevos grupos, como el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Sospecho que la nueva propuesta de cooperación tendrá que enfocarse mucho menos en dar golpes a todos los capos, y mucho más en estrategias más enfocadas en contener los daños que pueden generar los grupos delictivos en las dos sociedades. Tendrá que tener más énfasis en intervenir las finanzas del crimen, el abasto de recursos que los alimentan, como las armas de EU, y la inteligencia focalizada para dar golpes contra blancos bien definidos por ambos gobiernos, porque están generando condiciones insostenibles para las poblaciones en ambos lados de la frontera.
Sin duda, el gobierno de EU tiene la capacidad de generar inteligencia sobre los movimientos de grupos delictivos, tanto en el sistema financiero como en sus operaciones entre los dos países, y estos son grupos que operan en ambos lados de la frontera, así como en todo el mundo. Sospecho que lo que conviene es negociar prioridades y protocolos para determinar qué cooperación se necesita y contra qué tipo de blancos en el submundo del crimen organizado para hacer frente a la violencia, la corrupción y el poder que tienen estos grupos.
Hay también una agenda de construcción institucional que fue parte de la idea inicial de la Iniciativa Mérida, para profesionalizar a los cuerpos policiacos, los fiscales y los tribunales, pero sospecho que hay menos margen hoy en día para estos esfuerzos, por lo menos de forma visible. Pero hay un deseo en ambos gobiernos de poder minar el poder que han ido ganando los grupos delictivos de nuevo frente al Estado, y también sus tentáculos en Centroamérica, que están penetrando hondamente en las estructuras de poder de los países vecinos al sur.
Habrá que ver en dónde se logran construir coincidencias, pero hay materia amplia para estos acuerdos dentro de las prioridades de ambos gobiernos.