Desde marzo, el mundo ha quedado paralizado. En muchos lugares, los que pueden se quedan adentro. Las fronteras están controladas como nunca antes, con muchas de ellas con restricciones de movimiento. En algunos países, los aeropuertos están cerrados o sólo permiten vuelos desde ciertos países. Y en algunos casos los migrantes, que habían ido a vivir a otro país, están regresando con sus familias a sus comunidades de origen, porque el empleo ha desaparecido donde estaban. Y por la pandemia, se han impuesto políticas migratorias aún más restrictivas en algunos países, como Estados Unidos.
Estábamos acostumbrados a un mundo en movimiento. Vuelos cada vez más baratos, opciones para la migración y cada vez más formas de comunicarnos virtualmente para amortiguar las distancias y las soledades. Pero quizás estamos en un parteaguas en estos momentos en que esta movilidad, a que nos acostumbramos, irá en revés, y no solamente por unos meses.
La tasa de migración —es decir, el número de personas que vive en un país distinto a su país de nacimiento— había ido subiendo lentamente desde 2000, cuando estaba en 2.8 por ciento, a 3.7 por ciento en 2020, según la Organización Mundial para las Migraciones (OIM). Es decir, subió en un 25 por ciento en el espacio de 20 años, un aumento ligero pero consistente y notable.
Mientras tanto, los vuelos en avión en todo el mundo más que se duplicaron, de 1.7 mil millones a más de 4 mil millones entre 2000 y 2017. Es decir, la movilidad más que se duplicó mientras que la migración creció robustamente pero mucho menos. Gran parte del crecimiento de movilidad se dio dentro de los países como México, Brasil, India y especialmente China, donde los precios de vuelos bajaron y más personas pudieron acceder a volar.
Ahora nos encontramos ante una situación profundamente cambiada. Y quizás va para largo. Para empezar, no es claro cuándo habrá seguridad contra infecciones en los aeropuertos y los aviones, y mucha gente prefiere no viajar, aunque quiera, si no es necesario. En algún momento quizás habrá nuevos protocolos y arreglos para los viajes aéreos, que permitan pruebas rápidas de Covid en el aeropuerto, y menos filas donde se congregan las personas, pero estamos lejos todavía de ese día. Mientras tanto, es difícil ver cómo se recupera la industria aérea sin una vacuna de fácil acceso.
Otro factor en la movilidad es la prohibición de cruzar fronteras o, más bien, la apertura escalonada, con los gobiernos decidiendo abrir sus fronteras a los países que cumplen ciertos perfiles. Los europeos, en general, no están dejando pasar ni a los chinos ni los estadounidenses, México y Canadá han pedido una extensión de las restricciones en la frontera con Estados Unidos y Costa Rica ha dejado su frontera casi cerrada con Nicaragua, todo por temor al descontrol de Covid en esos países. Poco a poco se irán levantando algunas de estas restricciones, pero será caótico, un poco arbitrario e impredecible por mucho tiempo.
Finalmente, es muy probable que saliendo de esta crisis queden algunas medidas más restrictivas en cuanto al acceso a visas y al asilo, sobre todo en América del Norte y en Europa. Las decisiones que se tomaron para limitar los viajes durante Covid pueden volverse permanentes o, por lo menos, de más larga duración de lo que al inicio pensamos. Falta saber si esto será un desincentivo a la migración o sólo generará migración por la vía irregular en vez de por las vías legales, o quizás un poco de los dos.
Sumando todo esto, queda claro que estamos viviendo no solamente un paro momentáneo del movimiento global, sino un cambio estructural de más largo plazo. Puede ser que en algún momento todo regrese a la normalidad, pero es probablemente la primera vez en la historia contemporánea que estamos y estaremos viviendo un retroceso en la creciente movilidad y migración a nivel global, a todas las interconexiones complejas, conflictivas y constructivas a las que nos habíamos acostumbrado.
Presidente del Instituto de Políticas Migratorias (MPI).
@SeleeAndrew