¡Adiós 2020! Goodbye. Ciao. Sayonara.

No te vamos a extrañar. Has sido un año difícil para todos y todas. Muertes. Aislamiento. Dificultades económicas. Escuela virtual.

Intentaremos olvidarte, aunque sabemos que no será fácil.

Pero quizás tengamos uno que otro recuerdo bueno para guardar de ti también entre tanto dolor y sufrimiento. No muchos, entiendes, pero unos cuantos.

Confieso que no siempre estuvo tan mal estar encerrado en la casa con la familia. Pude ver crecer a mis hijos chiquitos más que normalmente puedo. Claro que a veces creó algunas complicaciones estar viviendo todos amontonados, pero también generó momentos de convivencia bella que recordaré para siempre.

También fue difícil no poder convivir con personas en vivo, ni dar abrazos, ni visitar amigos, pero las videoconferencias nos abrieron a otro mundo de conexiones. Me acuerdo de un bautizo que asistimos por videoconferencia, para la hija de dos amigos muy cercanos, cuyas familias vivían en países distintos. Fue una fiesta internacional, con participantes en Estados Unidos , Latinoamérica y Europa , tíos, primos y amigos de la pareja. Dudo que todos podrían haber llegado a la iglesia, pero por video estábamos todos juntos. No sé si es mejor, pero funcionó y funcionó bien.

Así también fueron las reuniones en el Instituto de Políticas Migratorias (MPI) donde trabajo. Perdimos el contacto físico y las conversaciones inesperadas que se dan en el ambiente de una oficina, pero aprendimos a vernos seguido y conversar por video. Y como estamos regados por todo el mundo, con dos oficinas en países distintos y algunos colegas en diferentes ciudades, por primera vez estábamos todos presentes en situación de igualdad. Algo se perdió, pero algo se ganó.

Es interesante pensar que los migrantes mexicanos ya sabían el secreto de mantener el contacto aún cuando no podían verse en persona. Las videoconferencias son el pan de cada día para muchas familias que no pueden reunirse en persona porque las finanzas o la condición legal no permiten el viaje. Y hay comunidades enteras en México (algunas de ellas comunidades indígenas de Oaxaca) que siguen reuniéndose de vez en cuando para asuntos comunitarios con los de aquí y los de allá por video.

Y hablando de los migrantes, este año nos mostraron una solidaridad que nadie esperaba que fuera posible. Pensamos todos que las remesas recibirían un golpe duro por la recesión económica mundial, y eso era lo lógico. Y sí bajaron un poco (pero sólo un poco) a nivel global, pero en México, pasó lo contrario. Las remesas aumentaron, porque los migrantes mandaron más dinero a sus familiares para ayudarles, y algunos que no mandaban antes, empezaron a enviar dinero.

Mientras tanto, los votantes en Estados Unidos echaron de la Casa Blanca a un presidente que había llegado al poder culpando a los migrantes, sobre todo a los mexicanos, de los males del país. Fueron muchas las razones por esta decisión, pero el trato a los migrantes fue un elemento clave. Ahora regresa el país vecino que reconoce la aportación de los que llegan de afuera a enriquecer el tejido social y económico, incluyendo los once millones de mexicanos que ahí radican.

Así que 2020, adiós, no lloraré ni un instante tu partida, ni quiero que regreses nunca, pero quizás llevo algunos recuerdos de momentos bellos que pasamos mientras estábamos juntos.

Fuiste un año duro e implacable, muchas veces cruel y despiadado, pero también nos dejaste algunas lecciones importantes. Te digo adiós, pero no sin un poco de nostalgia también.

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