Vivimos en una era de movilidad humana. Aunque muchas personas no pueden ni desean moverse de donde están, para los que sí quieren hacerlo o tienen que hacerlo por las circunstancias en que viven, hay más posibilidades de migrar que en otros periodos de la historia, gracias en parte a mejoras en infraestructura y tecnología.
En las Américas se está experimentando un periodo de migración dentro de los países de la región nunca antes visto, que ha incluido migraciones planeadas por vías legales entre muchos países, pero también movimientos repentinos por vías irregulares. En un momento en que todos los países del hemisferio están enfrentando migraciones notables, mucho más que en el pasado, hay que empezar a pensar si vale la pena tener un acuerdo hemisférico sobre migración que trace algunas líneas de acción a considerar. De ser así, pondría cinco que se me hacen fundamentales.
Primero, es vital crear sistemas de protección internacional para las personas que tienen que abandonar sus países de origen por motivos de violencia o el colapso del orden. El refugio sigue siendo el ancla del sistema de protección, y México ha recibido más de 130 mil solicitudes de refugio hasta ahora este año. Pero países en la región también han experimentado con otras formas de protección, incluyendo visas humanitarias para poblaciones migrantes vulnerables en México y las medidas de protección temporal en Colombia, Ecuador, Perú, Costa Rica y otros países.
Segundo, es de suma importancia generar opciones de migración legal que pueden ser alternativas a la migración irregular. México hizo esto con Guatemala hace unos años cuando creó una categoría de visa para guatemaltecos que trabajan en México durante periodos del año. Estados Unidos hizo lo mismo con los mexicanos que desean trabajar por periodos cortos en Estados Unidos, con tres o cuatro distintas categorías de visas. Y hay otros tipos de migración legal, incluyendo visas para la reunificación familiar, la educación y el trabajo permanente que operan en el hemisferio. Expandiendo estas opciones, aunque sea un poco, tendría un efecto importante en regular los flujos migratorios y darles un cauce legal.
Tercero, habría que pensar cómo se coordinan los gobiernos para que los retornos a países de origen se realicen respetando la dignidad de las personas y buscando su reintegración a sus países de origen. También hace falta más claridad de si las personas que han vivido largos periodos en un país como residente legal pueden regresar a su punto de partida en vez de ser regresado a su país natal, algo sumamente importante cuando se trate de ciudadanos de Haití, Venezuela, Nicaragua y otros países en crisis.
Cuarto, hay que ir fortaleciendo las agencias a cargo de la migración para que tengan capacidad de gestión y para que operen con transparencia. Además, habría que fortalecer las instancias de coordinación entre los países en temas migratorios y poner el tema en la agenda de las reuniones hemisféricas, como la Cumbre de las Américas.
Quinto y último, hay que generar mayor corresponsabilidad entre los países del hemisferio para invertir en el desarrollo en los países de mucha emigración y de apoyar la integración de los migrantes en países de acogida. México, igual que Colombia, Costa Rica y Perú, entre otros, se está volviendo un país de destino de muchos migrantes de diversos países —sobre todo los de Centroamérica, Haití, Cuba y Venezuela— y habría que ver cómo los otros países pueden coadyuvar a que las comunidades receptoras de migrantes puedan prosperar en el hemisferio.
Ninguno de estos desafíos es fácil, pero en todos se puede avanzar para manejar la migración de una forma más digna, predecible y regular.
Twitter: @seleeandrew