El inicio de 2021 se ha visto rodeado por diferentes ramificaciones provocadas por la COVID-19 y una de las que más preocupaciones genera es la situación económica, que ha golpeado a miles de familias desde el primer trimestre de 2020. Aunque existen diversas iniciativas para mejorar esta situación, la pandemia nos sigue jugando en contra.

No debemos olvidarnos de los emprendedores o los micro, pequeños y medianos empresarios, quienes, sin duda alguna, han llevado a cabo una inalcanzable búsqueda por obtener fuentes de financiamiento. Entre las principales razones para capitalizarse está mantener a flote su negocio y no verse obligados al cierre causado por la baja afluencia o -en el peor de los escenarios- por la ausencia de clientes.

Centrándonos en esta última problemática, es importante destacar que existen alternativas de préstamo inmediato, a las cuales se puede acceder para contar con capital de trabajo y enfrentar los gastos cotidianos, como completar el pago de una nómina o liquidar una deuda que se contrajo en el pasado.

En México existen diversas modalidades de financiamiento y van desde las tarjetas de crédito o departamentales, hasta créditos específicos, de nómina, de adquisición de bienes de consumo duradero, hipotecarios, entre muchos otros. Sin embargo, muchas veces los préstamos personales son vistos como una mala opción, cuando lo cierto es que, bien utilizados, también son fuente inteligente de financiamiento.

Pero ¿por qué? Bien, porque primero que nada se caracterizan por ser préstamos abiertos que no están asociados a un fin específico. Esto significa que, al solicitarlo, no se tiene que rendir cuenta alguna sobre su fin. Por ejemplo, se podría disponer de una parte de ese préstamo para llevar a cabo una remodelación en el negocio, dotarlo de materia prima, adquirir maquinaria o para un uso personal como realizar un viaje o abrir una cuenta de inversión.

Por otro lado, se diferencia de otro tipo de préstamos debido a la garantía que tiene la entidad de crédito en caso de no cumplir con los pagos. Quien contrata un préstamo personal, ofrece como garantía sus bienes presentes y futuros, a diferencia de un crédito hipotecario donde está en juego un bien inmueble, mismo que dejará de ser suyo en caso de impago. Para que este tipo funja su cometido, es necesario considerar solo una regla de oro que consiste en: que la duración del préstamo no sea más larga que la vida de lo que se está financiando.

Finalmente, para efectos prácticos de este mecanismo de financiamiento, sugiero siempre tomar en consideración la siguiente guía básica:

1.- Estar completamente seguro de que la institución financiera sea una empresa legalmente constituida y seria; de esta forma no sufriremos ningún tipo de fraude o mal uso de nuestros datos personales.

2.- Comparar entre varias instituciones y seleccionar aquella que mejor se acople a nuestras posibilidades. Recordando que existe la banca tradicional y las Sociedades Financieras Populares, que ofrecen un abanico de productos mucho más accesibles.

3.- Revisar las condiciones del contrato antes de firmarlo. Al igual que con las tarjetas de crédito, bancarias y departamentales; se debe consultar, comparar y revisar el CAT, comisiones, así como todos los términos y condiciones.

4.- Verificar el respaldo de entidades reguladoras como CONDUSEF, UIF, etc.

5.- Elabora tu presupuesto y verifica tu capacidad de pago, de esta forma no dañarás tu reputación con el buró de crédito.

6.- Considerar siempre el tipo de interés, las comisiones de apertura y cancelación (total o parcial) y el plazo de pagos.

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