En los recientes años, la política exterior mexicana se ha caracterizado por una serie de claroscuros y de intermitencias, no por falta de principios rectores, pero sí por la aplicación "a modo" de los mismos.
La visión tradicional de que " la mejor política exterior es la interna", poco ha favorecido el entendimiento de la importancia de nuestro país en el escenario internacional, y peor aún el abuso de los nombramientos políticos en nuestras embajadas y consulados, los cuales en muchas ocasiones han sido polémicos y han puesto, sin necesidad, en aprietos a la diplomacia mexicana.
Los nombres para encabezar a la cancillería mexicana, desde Héctor Vasconcelos hasta el nombramiento de Marcelo Ebrard, denotan que hay talento y potencial para la conducción de nuestras relaciones internacionales, pero también visibilizan la confusión y vulnerabilidad entre las coyunturas políticas internas y la gestión de los asuntos internacionales.
Las funciones del secretario Marcelo Ebrard, en determinados momentos lo evidenciaban como una pieza clave del gabinete, asemejándolo a la figura de un vicepresidente, pero en otros, la falta de coordinación con la visión y declaraciones del presidente denotaban la confusión entre la estrategia interna del ejecutivo y los lineamientos de la cancillería. Desde el inicio de la gestión como titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Marcelo Ebrard hasta el día de hoy, se le ha identificado más como un aspirante a candidato presidencial que como canciller, de ahí la explicación de los vaivenes en cuanto al "liderazgo" en América Latina, sobre la postura mexicana frente a la violación de los derechos humanos en determinados países, o los discursos confrontacionales con EUA, incongruentes con los hechos.
Si bien, la pesadilla de las precampañas de candidatos presidenciales ya ha iniciado de manera formal, con el abandono de puestos, saturación de las redes sociales y disputas mediáticas de todos contra todos, también hay una buena noticia para los mexicanos y es la que la política exterior ha salido ganando.
El nombramiento de Alicia Bárcena, es sin duda un acierto y un alivio. La nueva canciller se caracteriza no sólo por su conocimiento y exitosa trayectoria en organismos internacionales, sino por su expertise negociador, y muy importante en este momento político mexicano, por su solidez y congruencia no comprometidas con intereses políticos.
Con Alicia Bárcena al mando de la SRE, podemos esperar una estrategia bien definida de política exterior, sobre todo en cuanto a temas de desarrollo económico, de sostenibilidad, vinculación regional y de posicionamiento de nuestro país.
Como sociedad debemos estar atentos a este nombramiento, dejar la apatía sobre los temas internacionales y comprender que la conducción de nuestro país en el exterior es fundamental y debe de ir más allá de los tiempos políticos, ya que es un pilar del desarrollo sostenible nacional. Este reto, aunque se antoja difícil, ya que los esfuerzos nacionales están concentrados en las campañas políticas y existe poco tiempo para el cambio de gobierno, puede girar el timón y, no sólo darle rumbo y profesionalismo a nuestra política internacional, sino a potenciar la carrera de la canciller mexicana hacia la cima de la Naciones Unidas.