Siempre he sido una admiradora de las palabras, estoy convencida de que no hay función más sublime que crear un sonido que transmita a otros aquello que pensamos y más importante aún, aquello que sentimos.

En los últimos años hemos asistido a una devaluación de la relación de las palabras con el pensamiento y los sentimientos, fenómeno que se ha exacerbado en la política doméstica e internacional.

No sólo la corrección en el uso discursivo ha perdido calidad, ya no existen esos emotivo discursos que exaltaban a las personas en torno a una ideología (para bien y para mal) o la defensa de algún derecho basados en argumentos y datos sólidos, sino que la responsabilidad de lo que se dice y se provoca también es un bien escaso.

Los datos duros dejaron de ser argumentos contundentes pues ante sus respuestas no deseadas se acude a palabras vacías que los deslegitiman con la aseveración de que se tiene “otros datos”. Esta máxima acuñada en México también aplica para el presidente ruso.

Vladimir Putin, también está convencido y convenciendo al mundo de que él tiene otros datos. En primer lugar, creyendo que la guerra con Ucrania sería relativamente corta ante la superioridad militar de Rusia. Sin embargo, hasta el día de hoy la guerra sigue después de más de 7 meses.

Las palabras de Putin, si bien no corresponden a la realidad del escenario en Ucrania, si la crean. Ante el debilitamiento en campo, se escala en el discurso belicista y amenazante, usando incluso el recurso de amenazar con su arsenal nuclear. Sabemos que existe la posibilidad de que Rusia cumpla su amenaza de utilizar armas nucleares, pero la probabilidad es baja y de hacerlo, sería un arma de bajo espectro que difícilmente podría someter a Ucrania.

En la lucha de la irresponsabilidad discursiva, el presidente ucraniano tiene también sus méritos. Ante un escenario de guerra, en el que todos los días muere gente, más valdría luchar por el respeto a la soberanía y a la integridad de su población y dejar a un lado el discursos provocador de ingresar a una alianza militar occidental, como lo es la OTAN, para así abrir paso a alguna negociación pacífica del conflicto.

Y nosotros, queridos lectores, también tenemos otros datos. Hace unos días Vladimir Putin y la Duma declararon la consumación de una ilegítima anexión de cuatro territorios ucranianos, Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyiala. Este hecho dado a conocer por medios internacionales indignó a la comunidad internacional quien creyó en las palabras rusas más allá de la realidad, ya que para anexar un territorio se debe de tener el control de la mayoría del mismo, lo cual no es el caso, de hecho, en algunos territorios ni siquiera un tercio del espacio está en manos rusas. Ante esta realidad sería importante comparar los datos duros del desarrollo en territorio del conflicto entre Ucrania y Rusia, con el discurso que exalta la idea de Rusia como una potencia con capacidad nuclear para someter al mundo e incentivar una Tercera Guerra Mundial.

Así las cosas, la devaluación de las palabras recae en la irresponsabilidad de quien la manipula y de quienes no las cotejan, dejándose convencer y atemorizar por los “otros datos”, pues es bien sabido que “percepción es realidad”. Mientras las sociedades no revaloricen sus propios sentimientos y pensamientos en relación a los datos comprobables para gestionar un discurso propio, seguiremos desvinculados de la realidad y sometidos por la dictadura internacional de los “otros datos”.

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