Finalmente terminó la Cumbre de las Américas, este encuentro que tiene relevancia por ser el único en el que se reúnen “todos” los países del continente americano, incluidos EUA y Canadá.
Desde las semanas previas a la realización de la reciente Cumbre de las Américas celebrada en Los Ángeles, California, ya se empezaba a especular sobre las invitaciones y las reacciones que se generarían a partir de aquellos países que no fueron convocados
Luego de una larga espera por la lista final de invitados, se confirmó que no se invitaría a Cuba, Nicaragua y Venezuela. El presidente Andrés Manuel López Obrador, decidió no asistir a la Cumbre como manifestación de su descontento por la exclusión de estos tres países.
A pesar de que uno de los temas de la agenda de la Cumbre sería la migración, a la ausencia del mandatario mexicano se sumaron la de los presidentes de los países del llamado “Triángulo Norte” (Guatemala, Honduras y el Salvador), principales generadores de las caravanas de migrantes hacia la región norte del continente.
Muchas y contrapuestas pueden ser las conclusiones de la ausencia del presidente mexicano, quien en su representación envió al canciller Marcelo Ebrard. Para quienes somos participes de una política exterior basada en la negociación diplomática de alto nivel, la participación del presidente de México era fundamental para seguir afianzando no sólo el liderazgo de las izquierdas latinoamericanas que, hay que decirlo, se ha trabajado a pulso desde la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), sino también para fortalecer el papel de interlocutor de la región ante EUA.
Si bien tiene validez el desacuerdo con la exclusión de ciertos países del único foro continental, también debemos señalar en el mismo tenor, que se perdió la oportunidad de debatirlo en la mesa grande, tal y como lo hicieron los mandatarios de Argentina y Chile, que sin abandonar sus principios y posturas ideológicas sacaron provecho de esta reunión. Alberto Fernández de Argentina, quien es un aliado de afinidad ideológica y personal de AMLO emitió un fuerte discurso en el que señaló que "ser el país anfitrión no otorga la capacidad del derecho de admisión". Por su parte, Gabriel Boric, presidente de Chile quien hoy representa a las nuevas generaciones de la izquierda progresista de la región, también asistió y posicionó temas de agenda climática y cuidado de los océanos, además de aprovechar para realizar acuerdos en las reuniones previas con su homólogo canadiense.
Al final de la Cumbre se logró que 20 países firmarán la "Declaración de Los Ángeles sobre migración y protección”, para muchos un acuerdo incompleto sin la asistencia de los mandatarios del “Triángulo Norte”. Sin embargo, nada hubiera cambiado con su presencia en este acuerdo que básicamente se sostiene de la voluntad y presupuesto de los países de Norteamérica.
En conclusión, “mucho ruido y pocas nueces”. La sensación que nos deja la IX Cumbre de las Américas es agridulce, Después de las tormentas diplomáticas, el debate político y el revuelo comunicacional que suscitó esta reunión regional, no pasó nada, ni por las ausencias, ni con las asistencias. Una vez más, nos damos cuenta de que nada ha cambiado, pocos son los logros que se obtienen en cualquiera de las reuniones regionales o en las Cumbres de las Américas y cuando se logran no escapan del filtro estadounidense. El presidente de México no fue, abonando a la fría y accidentada relación personal con el presidente Biden. Pero si algo bueno dejo en claro esta Cumbre, es que la relación de México y Estados Unidos está más allá de las formas. Los temas estratégicos de la agenda bilateral no se verán afectados y se seguirán negociando, a pesar de Biden y de López Obrador.