Tras las recientes elecciones en México, en varias primeras planas de diarios de otros países aparecía el triunfo de Claudia Sheinbaum. El proceso electoral mexicano y sus resultados, no pasó desapercibido.
Así, muchas personas desde el extranjero nos felicitaban por el triunfo de “nuestra primera presidenta”. Luego de intercambiar felicitaciones y opiniones, algunos más tímidamente que otros, mencionaban con asombro “ganó una mujer en un país tan machista”. Tienen razón, México es machista, pero me quedo con lo positivo, algo cambió en la sociedad para poder tener estos resultados.
Más allá del triunfo de una mujer como presidenta, el gran padrón electoral mexicano, cercano a 99 millones de votantes, mayoritariamente emitió su voto por una mujer, algo impensable siquiera en las elecciones del 2018. Con una participación del 60%, el 87% de mexicanos y mexicanas votaron por Claudia Sheinbaum o por Xóchitl Gálvez como la mejor opción para gobernar el país. Afortunadamente, también hubo entre las candidaturas la de un hombre, Jorge Álvarez Máynez, ya que de lo contrario muchos podrían esgrimir que ganó una mujer porque “no había de otra”.
Las expectativas sociales a menudo dictan que las mujeres no son adecuadas para roles de liderazgo, estas barreras invisibles, aunque menos tangibles que las restricciones legales, son igualmente poderosas en su capacidad para socavar la participación política femenina. Si bien es cierto que las candidaturas de las mujeres tuvieron que ser forzadas con la Ley de Paridad del 2019, no podemos soslayar el hecho de que cada vez más mujeres ocupan cargos políticos en el país y que también va en incremento el número de los votantes que las eligen por sus destacadas propuestas, trayectorias o candidaturas.
Además de la presidencia, la República Mexicana tendrá 13 gobernadoras, incluida Clara Brugada al frente de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Más allá de las cifras, que desde luego son alentadoras al ir en crecimiento, aún no es suficiente, porque detrás de cada una de ellas existen historias de violencia política y varios retos que les ha tocado -y les tocará- afrontar por su condición de mujer. Solo basta ver las campañas de sus opositores y los comentarios plagados de estereotipos de género en las RRSS que solo abonan a la limitación de la participación política de más mujeres.
Así mismo, estas mujeres tendrán una importante tarea: gobernar con perspectiva de género. Ser mujer no es sinónimo de políticas feministas, y la primera que tendrá que marcar la diferencia es Claudia Sheinbaum, quien deberá de desmarcarse de una política totalmente desvinculada y de choque contra las mujeres, que ha caracterizado al actual gobierno y que ella misma arrastró en la CDMX.
Estas mujeres marcarán la pauta para las siguientes generaciones, tendrán en sus manos la creación de más y mejores espacios inclusivos en la política. Las mexicanas las acompañaremos y defenderemos, pero también les exigiremos que nos representen y que enfrenten los desafíos de la política, promoviendo la igualdad de género, fortaleciendo nuestras democracias y avanzando hacia un desarrollo sostenible para toda la sociedad.