“No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”, dicta el dicho popular, así que México tiene ya en el poder a su nueva presidenta, Claudia Sheinbaum. Este primero de octubre los mexicanos por primera vez pudieron ver la banda presidencial en una mujer. A partir de ahora los niños y las niñas de México podrán ver una presidenta en sus libros de Historia.

El mundo también incluirá entre los hitos contemporáneos la llegada de una mujer a la presidencia de uno de los países más importantes de la región latinoamericana y de gran relevancia en el tablero internacional.

México, además de ser un gigante cultural reconocido a nivel internacional, tiene un rol muy importante para jugar en el multilateralismo, no en vano es uno de los miembros del G20 y también de la OCDE. Por lo anterior, nuestro país necesita tener una estrategia de política exterior clara y a la altura de las circunstancias que exigen su presencia, liderazgo y asertividad.

La nueva presidenta ha depositado la responsabilidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores en Juan Ramón de la Fuente, quien fue Rector de la UNAM (1999-2007), quizá uno de los cargos por lo cuales se le reconoce más. También se desempeñó como embajador permanente de México ante las Naciones Unidas, así que algo tiene de experiencia en el área diplomática. La cartera diplomática no es tarea menor, por el contrario, para muestra un botón: las invitaciones a la toma de posesión de la nueva presidenta. Generalmente, la toma de posesión de un jefe de gobierno o de estado, se convierte en un acto altamente protocolario, en el que se busca un clima de celebración que permita visibilizar las alianzas y los apoyos a quien asume el cargo. En el caso de México, este evento era especialmente importante, al ser una mujer, electa democráticamente y en un momento de afinidad ideológica con varios líderes de la región y del mundo.

El inicio de la presidencia de Claudia Sheinbaum era un día clave para demostrar una visión de estado y de futuro, el inicio de una activa política interior basada en el progresismo, el pragmatismo y con una claridad de objetivos que permitiera dejar atrás viejas rencillas distractoras de los asuntos importantes que atañen a nuestro país. Sin embargo, no fue así, los días previos visibilizaron no sola las vulnerabilidades protocolarias de una cancillería que ha abusado de los nombramientos políticos, sino la aceptación de la herencia de varios frentes abiertos que tiene México con el exterior.

Luego de conocerse la lista de invitados, lo primero que sorprendió al mundo fue la invitación al presidente ruso Vladimir Putin y también a Volodimir Zelensky, presidente del país que Rusia invadió en una clara violación al Derecho Internacional, rompiendo con varios de los principios tradicionales de la política exterior que han sido enarbolados por los gobiernos morenistas. Por si fuera poco, el presidente Putin tiene una orden de arresto por crímenes de guerra por parte de la Corte Penal Internacional de la cual México hace parte, por lo que el mandatario ucraniano solicitó su captura en caso de pisar territorio mexicano, lo cual no fue necesario pues Putin no asistió.

Otro titular más y del que mucho se habló fue la no invitación al rey de España Felipe VI, quien constitucionalmente funge como el jefe de estado y que por lo tanto ha asistido a todas las tomas de posesión de los gobiernos de América Latina, más allá de las ideologías. La argumentación sobre la falta de respuesta a la carta que envió el expresidente AMLO en el 2019 solicitando disculpas por parte de la corona española por las “atrocidades” de la conquista, no soló decantó en una fractura con la monarquía española sino también con el gobierno progresista de Pedro Sánchez.

Además de estas invitaciones y no invitaciones controvertidas, hubo otras como la invitación a Nicolás Maduro que nos invitan a reflexionar ¿hacia a dónde apunta la política exterior mexicana? ¿qué intereses nacionales se ven fortalecidos con las alianzas o pausas con determinados líderes? La verdad, hasta ahora yo no veo la respuesta, veo dardos lanzados en contrasentido que no dejan establecer parámetros claros sobre una estrategia propia de un gobierno democrático, pero es muy pronto aún para evaluar. Espero que las invitaciones a esta toma de posesión no sean un mal augurio, espero ver a nuestra presidenta (no al titular de la SER) en los foros internacionales poniendo los intereses de los mexicanos sobre la mesa con firmeza, vinculándose con los gobiernos progresistas para denunciar a los gobiernos autoritarios y liderar el respeto a la democracia y a los DDHH.

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