En las últimas semanas la naturaleza nuevamente nos ha dado difíciles lecciones y aprendizajes. Tanto los incendios al sur de Chile como los terremotos en Turquía y Siria nos obligan a reflexionar sobre la forma en que nos hemos relacionado con el medio ambiente, las estrategias para enfrentar los desastres naturales desde lo humano y lo político y el uso de las herramientas que la misma naturaleza nos da para reaccionar a las contingencias.

Incendios, temblores, huracanes y tsunamis son fenómenos recurrentes en nuestra región y a los que se trata de reaccionar con insuficientes recursos. La ayuda humanitaria ha sido la única forma de hacer frente a estas emergencias que se presentan año con año. Dado que estas catástrofes se presentan de manera periódica bien valdría la pena plantearse una forma regional desde la cooperación internacional bien planificada, de manera previa y permanente, la cual sume los presupuestos nacionales y prepare a los mejores expertos de cada país de tal manera que esté siempre lista para reaccionar de forma coordinada e inmediata ante estos desastres naturales.

Si bien, el verano es una época de riesgo de incendios para los chilenos, también lo es en el hemisferio norte y lo seguirá siendo, ya que este problema se ha incrementado con el alza de las temperaturas en los últimos años. Los más de 300 incendios de las últimas semanas en las regiones del Ñuble y del Bio Bio ya han alcanzado récords históricos afectando a más de 420 mil hectáreas y más de 200 viviendas. Las fuerzas de seguridad y de emergencia chilenas se vieron muy superadas por lo que diversos países se han solidarizado y enviado apoyo. Y así, mientras carabineros, bomberos y rescatistas de todo el mundo arriesgan sus vidas para apagar el fuego, otros (contrario a toda lógica) se encargan de iniciarlo, por lo que hasta hoy 31 personas han sido detenidas por su presunta implicación en al menos 25 incendios.

Es importante subrayar la solidaridad y la vocación de ayuda de México, país que envió 150 rescatistas y miembros de las FFAA quienes se han caracterizado por su expertise en el Plan de Defensa Nacional (DNIII) y Plan Marina para enfrentar desastres naturales.

En el caso de los terremotos de Turquía y Siria, en los que se contabilizan más de 21 mil muertos las labores de rescate se han complicando cada vez más por la cantidad de daños, el paso del tiempo y las bajas temperaturas. En esta tragedia el apoyo internacional también fue fundamental.

México, a la par que apoyaba en Chile, envió a Turquía un avión de la Fuerza Aérea Mexicana con equipos de rescate y 16 caninos.

Los binomios caninos mexicanos se han ganado el reconocimiento y el afecto internacional Desde el terremoto del 2017 nombres como el de la perra rescatista Frida y actualmente Balam o el de Proteo, el perro fallecido por las condiciones extremas de trabajo se han hecho famosos en las redes sociales por su importante labor para encontrar personas entre los escombros. Esta fama bien merecida, ha obligado a repensar a muchos sobre la importancia de las leyes de protección animal, de hecho, Balam es hijo de Athos un perro rescatista que fue protagonista del primer caso juzgado de maltrato animal luego de que murió envenenado. Así como los mexicanos, diversos países se encuentran dividiendo esfuerzos e implementando mecanismos para poder ayudar con sus equipos de expertos en las diversas crisis que se han presentando de forma paralela.

Lo cierto es que, no obstante nuestros países tengan determinado expertise en el combate a cierto tipo de emergencias, la mayor frecuencia e intensidad de estas crisis sugieren que la ayuda humanitaria reactiva ya no es suficiente. Es urgente un enfoque regional, interinstitucional e intergubernamental que se haga cargo. Ya sea que la llamen "protección civil" o "fuerza regional de protección civil", ya sea que se funde desde la Alianza del Pacífico, la OEA u otros organismos regionales las lecciones invitan de manera urgente a la formación de este tipo de instrumentos.

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