Washington D.C. Me encuentro en la OEA, la Organización de Estados Americanos, en el marco de la formación del Comité de Integridad de Medios y el consenso es que la desinformación es uno de los grandes desafíos que enfrentamos como sociedad. Esta desinformación viene de muchos frentes. En el caso de México uno de los más grandes ataques a la verdad está en el presidente Andrés Manuel López Obrador. Su actual lucha por mandar al diablo a las instituciones electorales, empezando por el INE me parece un ejemplo lamentable de ataque a la verdad y de desinformación.
Parece increíble que ante la barbaridad de problemas y retos que enfrenta México hoy, el presidente López Obrador decida dedicarle tanto esfuerzo a desmantelar lo que él mismo ayudó a crear. Si Zacatecas arde, si hay falta de medicinas, si estamos por entrar a un nuevo conflicto comercial con Estados Unidos y Canadá, si están asesinando a periodistas, activistas y a miles de ciudadanos en México… todo eso pasa a segundo plano. El presidente está empecinado con destruir al INE y, de paso, lo hace mintiendo sobre lo que es la institución y sobre sus costos.
Este INE es hoy lo que es en gran parte por exigencias de Andrés Manuel López Obrador. Desde que perdió las elecciones de 2006 el eterno candidato y hoy presidente se ha dedicado a reclamar modificaciones a las leyes electorales que fueron incluidas en la Constitución en el artículo 41 en el año 2007 precisamente para saciar sus peticiones.
Entre ellas estuvo las restricciones a hacer campañas que duraran más de noventa días con precampañas que no excedieran las dos terceras partes del tiempo previsto para las campañas. López Obrador pidió, exigió, estas adecuaciones a las leyes electorales aduciendo igualdad para los candidatos del partido en el poder y aquellos de la oposición.
Pero ahora como presidente no ha hecho más que adelantar los tiempos electorales de tal forma que desde antes de la mitad de su sexenio ya había abierto sus cartas para su sucesión. Los citados noventa días se pueden quedar en el olvido. Hoy López Obrador aplaude que su corcholata favorita, Claudia Sheinbaum, viole las leyes al llevar meses en abierta campaña por la presidencia cuya fecha es todavía en… ¡550 días!
Él fue uno de los impulsores de la regla aduciendo piso parejo, pero ahora que está en el poder la desdeña y además miente al decir que la oposición ha orquestado una tomadura de pelo colectiva para convencer a la población de defender al INE.
El presidente quiere polarizar y poner de un lado al INE con las élites y del otro al pueblo. Se olvida que el INE no son los consejeros y sus sueldos. El INE son los múltiples ciudadanos que en cada elección se presentan para recibir y contar los votos de todos los demás ciudadanos. Por eso el respaldo que tiene la institución, con todo y sus defectos. Y por ello el presidente parece empeñado en engañar con que la mayoría de la gente quiere la reforma al INE, como declaró en su mañanera esta semana. Hasta número le puso: 80 por ciento de la gente está en favor de la reforma del presidente, según el presidente.
La amenaza a la integridad de la información en México viene en primer lugar de un presidente que lejos de querer resolver los enormes problemas que nos aquejan, encuentra problemas en donde se ha trabajado años por crear soluciones.
Apostilla: Las marchas a veces se perciben como fútiles. “¿Qué se logra con salir a las calles?” “La democracia se defiende en las urnas, no en las calles.” Estas y otras excusas he escuchado para desestimar salir a la calle a exigir respeto a las instituciones y a nuestros derechos. Irán y China son ahora el mejor ejemplo de que las exigencias desde las calles sí llevan a un cambio en los gobernantes, por más autócratas o dictatoriales que sean. En Irán se tambalea la existencia de la Policía de la Moral a la vez que sigue el grito al fin de la teocracia. En China se han relajado las medidas de Covid cero. Ambas son ganancias obtenidas a través de manifestaciones en las calles.