Queda claro que Morena quiere el voto ciudadano, pero es un partido que no le gusta uno de los principales pilares de la democracia, el debate de ideas.
Cuando se llevó a cabo el Primer Debate entre las candidatas por la gubernatura del Estado de México, al que fui invitada por el Instituto Electoral local con la aprobación de todos los representantes de los partidos a fungir como la moderadora, se hizo todo un escándalo previo y posterior al encuentro entre Delfina Gómez y Alejandra del Moral.
Antes del debate, porque los coordinadores de la campaña de Delfina dijeron que ella no acudiría en la fecha señalada por problemas de agenda. La lectura que se le dio es que no querían Horacio Duarte ni Mario Delgado que ella arriesgara su ventaja en las encuestas en un cara a cara con Del Moral.
Al final el debate se llevó a cabo y en el post debate el mismo coordinador y el presidente de Morena decidieron culparme de haber sido parcial y emitir juicios de valor por haberle preguntado a la candidata sobre un hecho totalmente probado: ¿Por qué debían de creer los mexiquenses en que ella (Delfina Gómez) combatiría la corrupción como gobernadora si como alcaldesa estaba probado que se le había descontado parte de su salario a trabajadores de Texcoco al grado de que el Tribunal multó a Morena?
No haber hecho esta pregunta, considero, pudo haber sido motivo de que la campaña de Del Moral me acusara, y con razón, de ser efectivamente parcial, en favor de Morena y sus aliados.
Al final, el escándalo le sirvió a la campaña de Delfina Gómez para que el segundo debate fuera uno sin confrontación de ideas. El INE llevaba años intentando lograr que los debates en México fueran eso, debates, y no monólogos escritos por los estrategas para que los candidatos llegaran simplemente a leer al encuentro.
La regresión que vimos en el segundo debate fue solamente una probadita de lo adversos que son a la democracia algunas de las figuras más destacadas de Morena y del actual gobierno.
La siguiente probadita acaba de llegar para confirmar que el debate de ideas simplemente no les gusta. En el documento del Acuerdo del Consejo Nacional de Morena que define el método de selección de la candidatura presidencial para el 2024 se especifica que los aspirantes evitarán los debates públicos y las polémicas. También evitarán los medios reaccionarios, conservadores, adversarios de la Cuarta Transformación y partidarios del viejo régimen.
Ahí está, en blanco y negro y escrito por la dirigencia de Morena con la venia del presidente López Obrador, lo que ya sabíamos: no les gusta el debate de ideas. Lo pusieron en papel y lo dieron a los medios para que circulara sin pudor alguno.
Ante esta aversión al debate, la gran pregunta es si con los números que tienen de voto duro les alcanza para no solo ganar la Presidencia sino la mayoría de dos terceras partes en el Legislativo para poder modificar la Constitución a su antojo.
Si la estrategia es acudir solamente a entrevistas con medios afines, van a exacerbar las cámaras de eco. Los que ya están convencidos de que AMLO y Morena representan la mejor opción para México ahí seguirán. Pero ¿cómo van a ganar nuevos simpatizantes y votos si no se atreven a ir ante lo que califican como medios reaccionarios?
¿Ya hicieron las cuentas?