Lo que le pasó a Boris Johnson en Reino Unido y le está ocurriendo a Donald Trump en Estados Unidos es una muestra de que los políticos populistas que gozan de lo que parece ser un teflón sólido lo llegan a agotar. El teflón se desgasta y se acaba.
Esta idea de que no importa las barbaridades que digan y hagan y la falta de resultados, la opinión pública y sus partidarios los siguen apoyando está mostrando tener una caducidad. Los ciudadanos de Reino Unido y de Estados Unidos pueden ser muy distintos a los de otros países, pero cuando menos lo que vemos en estos casos permite una reflexión para otros populistas en otras democracias.
Aun cuando se veía venir, fue un shock cuando Boris Johnson anunció que se retiraba de la presidencia de su partido, el Conservador, y con ello dejará de ser el Primer Ministro de Reino Unido.
¿Qué fue lo que finalmente lo arrinconó a renunciar? Una mentira más, en este caso, que no sabía que había ascendido dentro del Parlamento a un hombre acusado de molestar sexualmente a otros hombres.
Johnson había sido un político que mintió sin escrúpulos en tantas ocasiones y todas ellas se salió con la suya. Desde que abandonó el periodismo y se mudó a la política sus antiguos colegas veían con precaución su profesionalismo, o más bien su falta de. Fue muy famoso el artículo que publicó su antiguo jefe en The Daily Telegraph, Max Hastings, cuando Johnson estaba por convertirse en Primer Ministro. El texto de Hastings se titulaba: “Fui el jefe de Johnson: no es apto de ser nuestro Primer Ministro”. Ahí Hastings adelantaba lo que hoy todos sabemos: que a Johnson no le importaba su país ni sus ciudadanos, su principal preocupación es y siempre ha sido su fama y glorificación.
Aun con un recuento puntual de las múltiples razones por las que Hastings consideraba que Johnson no debía ser apoyado por los Conservadores, su partido lo nombró Primer Ministro y su llegada al número 10 de Downing Street se dio junto con la coalición más amplia que había logrado un partido en ese país desde el triunfo de Margaret Thatcher en 1987.
Hoy, después de que Johnson impulsó con mentiras el Brexit; manejó terriblemente mal la pandemia al ser el primer político en impulsar la inmunidad de rebaño; y tiene a Inglaterra en una precaria situación económica, el teflón se le agotó y fue una mentira casi piadosa la que ha terminado con la época de Boris.
En Estados Unidos, ayer el New York Times publicó en primera plana una encuesta en la que 65 por ciento de los republicanos de menos de 35 años, así como los que cuenta con cuando menos estudios de universidad, quieren que el partido elija a otro político que no sea Trump como su candidato presidencial en el 2024. Estos segmentos de la población son los principales donantes del partido así que su opinión es muy importante.
Aun cuando Trump sigue siendo el político más popular entre los republicanos, tiene menor respaldo del partido que el que en su momento tuvo la que parecía sería la próxima presidenta de Estados Unidos, Hillary Clinton, quien en 2018 enfrentó una fuerte competencia interna cuando Bernie Sanders decidió disputarle la candidatura demócrata.
El teflón de Trump se está desgastando. Las audiencias sobre lo ocurrido el 6 de enero del 2021 con la toma del Capitolio y el papel que jugó el expresidente le han generado un golpe que ni sus constantes mentiras y desplantes cuando presidente lograron.
Aquí dos ejemplos de que el teflón de los populistas no es eterno. El teflón se acaba.